viernes, 15 de enero de 2021

¿Es también sospechosa la conciencia?

    

    Según el sociólogo y matemático Emmanuel Lizcano (Lenguaje, saber y sociedad), "Marx, Nietzsche y Freud llevan la duda cartesiana sobre las cosas hasta el punto arquimediano que a Descartes le permitía escapar de la duda: la conciencia, que ahora se muestra también como falsa, como "falsa conciencia"". Así, Marx afirmaba que "no es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia". Nietzsche ("Sobre verdad y mentira en sentido extramoral") fue aún más lejos, y consideró que "la ilusión es constitutiva de todo conocimiento humano, no sólo del conocimiento incorrecto o de la falsa conciencia. El entendimiento  deforma la realidad en la misma medida en la que lo crea, y los instrumentos privilegiados de que se vale para ello son el lenguaje y el símbolo". 

"Le cuesta trabajo reconocer (al hombre) ante sí mismo que el insecto o el pájaro perciben otro mundo completamente diferente al del hombre y que la cuestión de cuál de las dos percepciones del mundo es la correcta carece totalmente de sentido, ya que para decidir sobre ello tendríamos que medir con la medida de La percepción correcta, es decir, con una medida de la que no se dispone. Pero, por lo demás, la percepción correcta -es decir, la expresión adecuada de un objeto en el sujeto- me parece un absurdo lleno de contradicciones, puesto que entre dos esferas absolutamente distintas, como lo son el sujeto y el objeto, no hay ninguna causalidad, ninguna exactitud, ninguna expresión, sino, a lo sumo, una conducta estética, quiero decir: un extrapolar alusivo, un traducir balbuciente a un lenguaje completamente extraño, para lo que, en todo caso, se necesita una esfera intermedia y una fuerza mediadora, libres ambas para poetizar e inventar". (F. Nietzsche, "Sobre verdad y mentira en sentido extramoral", 1990: 30).

     El problema de la verdad, señala Lizcano, "pasa de ser una cuestión de coherencia y adecuación (entre sujeto y objeto) a transformarse en una cuestión poética, creativa". La realidad sería "como ser del que van emergiendo tantos mundos como teorías pretenden dar cuenta de ella; teorías que no lo son de la realidad sino parte de ella..., estímulos que van alumbrando unos mundos u otros".

    Desde la nueva sociología de la ciencia (Woolgar y Latour) se señala también que el mundo exterior que Descartes logra reafirmar gracias a la existencia de dios (de una razón trascendente al mundo y a mi conciencia que aparta la idea del genio maligno), no es sino "una consecuencia del trabajo científico, más que su causa":

"La ciencia, aunque se presenta como des-cubrimiento y explicación de realidades naturales que están-ahí-fuera como preexistentes a la indagación sobre ellas, lo que está haciendo es construir esa realidad, inventándosela, fabricándola" (E. Lizcano, "La ciencia, ese mito moderno", 1993: 67).

        Pero esa invención científica de la realidad no es el problema, la ciencia ha creado metáforas imaginativas sobre la realidad (el mundo como máquina, lo invisible como materia oscura, el mercado como autorregulación, la sociedad como suma de partículas votantes...). El problema es la ideología de la representación que sostiene la ciencia, el ocultamiento de su carácter lingüístico, el enmascaramiento de los rastros que puedan advertirnos de su actividad constructiva.

"La ilusión de que la realidad está ahí y no hay sino una -y, por tanto, todo lo demás son ilusiones-, junto a la pretensión de que la ciencia es el modo privilegiado de conocimiento al que le es dado descubrirla, re-presentarla, es el núcleo de esa ideología de la representación" (Lizcano, 1993)

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