martes, 23 de octubre de 2012

Platón y la educación. Algunos modelos pedagógicos alternativos

Como estamos hablando de la importancia de la educación en la República platónica, para formar a los sabios gobernantes, es interesante compararlo con otras propuestas educativas pasadas y presentes.
En este sentido, sería importante no sólo comparar el modelo platónico con el modelo de los sistemas educativos nacionales desarrollados desde el siglo XIX, sino también con alternativas antiautoritarias como La Escuela Moderna o la Escuela de Summerhill. Sobre esta última, puedes ver el interesante vídeo explicativo de Summerhill y de la pedagogía de A. S. Neill, realizado por estudiantes de primero de Magisterio de Lengua Extranjera de la Universidad de Málaga, para la asignatura de Didáctica General.
Actualmente, dentro de la tradición de las escuelas racionalistas que los anarquistas introdujeron en España entre finales del siglo XIX y principios del XX, se encuentra la Escuela Libre Paideia (Mérida). Hace unos años, el 1 de julio de 2009, falleció una de sus fundadoras, la pedagoga Josefa Martín Luengo. A continuación puedes ver el vídeo editado por la escuela libre "Paideia" en el año 1993, en el que se conmemora su 15 aniversario y se narran sus experiencias y metodos de enseñanza durante esos primeros años

viernes, 5 de octubre de 2012

Elogio de la ociosidad

En la entrada del libro VI y VII de La República de Platón, comentábamos como, según éste, los gobernantes debían ser, entre otras cosas, "amantes en todo sentido del trabajo", aunque también señalaba que "en el alma no permanece nada que se aprenda coercitivamente"(536e). Añadía Platón que se debía educar a los niños jugando.

El otro día comentábamos un texto del filósofo inglés Bertrand Russell titulado Elogio de la ociosidad, que acababa con una invitación a los jóvenes a "no hacer nada". Una afirmación que en la actualidad puede parecer algo controvertida. No obstante, Russell criticaba en su artículo la ociosidad como prerrogativa de clases privilegiadas, la que "sólo resulta posible gracias a la laboriosidad de otros". La ociosidad debe ser "un derecho equitativamente repartido entre toda la comunidad". Los poderosos "encuentran continuamente nuevos proyectos en nombre de los cuales la ociosidad presente haya de sacrificarse a la productividad futura". La capacidad para la alegría y los juegos ha sido inhibida por el "culto a la eficiencia". Todo (estudiar, por ejemplo) debe hacerse por una razón determinada (un lejano futuro), y nunca por sí mismo (aprender). Russell propone que las horas de trabajo sean reducidas a cuatro y el resto del tiempo sea empleado en lo que cada uno crea conveniente (satisfacer su curiosidad científica, pintar, jugar simplemente...).
También os invité a hacer una pequeña disertación sobre una afirmación que aparecía en el texto: "En el mundo se ha trabajado demasiado". A continuación os dejo algunos materiales que pueden aportar ideas para vuestra reflexión.

Pinchando en el título de la obra de Russell podéis leer entero su artículo. Si pincháis en el título Trabajo de las entradas antiguas de este blog podréis conocer las ideas de autores como Nietzsche, Lafargue o Bakunin sobre esta cuestión.

En esta entrada quisiera dejaros también otros textos e ideas por si os son útiles para resolver este debate entre el ocio y el trabajo:

 - Como señalaba Luisgé Martín en las páginas de El País, si hace unas décadas se hablaba de reducir las horas de trabajo y promover "la civilización del ocio", en la actualidad nuestro gobierno nos quiere inculcar lo que denomina "la cultura del esfuerzo" (para "levantar el país", o lo que es lo mismo, sanear a sus bancos). Además,
"Hoy se nos pide que trabajemos más horas —por menos dinero—, que agrupemos las fiestas para no distraernos, que nos jubilemos más tarde e incluso que no nos enfermemos si queremos cobrar nuestro salario... La única respuesta sensata a este panorama desolador es la pereza. El enaltecimiento social de la ociosidad y la holgazanería. Es posible que para competir hoy con China o con India tengamos que trabajar más, pero si es así es porque antes se hicieron las cosas mal, porque se abrieron las compuertas de la globalización torcidamente, no porque haya sido inexorable. Vivimos en sociedades ya lo suficientemente ricas y tecnificadas como para que pueda considerarse con seriedad el establecimiento de una renta básica universal, un salario que se cobre simplemente por ser ciudadano del país. Los suizos —que no son extraterrestres ni leninistas— acaban de tomarlo en consideración. Nos convertiríamos así en rentistas de la herencia de nuestros antepasados, y nos podríamos dedicar, como los aristócratas de antes, al diletantismo. Por supuesto, quien quisiera trabajar ganaría más dinero, podría comprarse coches de lujo y tener casas más grandes. Pero lo haría por propia elección, no por fatalidad.

Es falso que el trabajo dignifique. Trabajar —es la parte que más me gusta de la Biblia— es un castigo divino, una maldición que empobrece la mayoría de las vidas. Incluso las tareas más nobles, como la creación artística, se convierten en algo desagradable cuando se hacen a cambio de un salario. La verdadera humanización de nuestras sociedades está en el ocio, en la vacación, en la disposición libre de nuestro tiempo para ocuparlo en lo que deseemos, sea hacer transacciones financieras delante de un ordenador o leer un libro debajo de un árbol.

Ése debería ser a mi juicio el derrotero ideológico de la izquierda europea, como quería Paul Lafargue: el elogio de la pereza. Impedir la competencia con países donde rige el esclavismo laboral, atajar la economía especulativa y propiciar la distribución racional del trabajo. Pero para ello, antes que nada, hay que reconquistar la senda de la cohesión social, porque no es que no haya dinero para pagar el bienestar, como se nos dice cada día, sino que ese dinero está mal repartido. Tony Judt recordaba que en 1968 el director ejecutivo de una compañía como General Motors ganaba sesenta y seis veces más que un trabajador medio de esa empresa, mientras que en nuestros días el director ejecutivo de una firma semejante gana novecientas veces más. Con estas cifras, las crisis serán perpetuas".
Por otro lado, la pereza, el ocio, el "no hacer nada" es aparentemente lo contrario de la idea de "aprovechar el tiempo". Otro texto sugerente en torno a esto último es la explicación que el jefe samonano Tuiavii de Tiavea daba a los miembros de su tribu sobre las costumbres de los atareados "papalagi" (hombres blancos), tras su estancia en Europa.
"(Los papalagi) No permiten que el tiempo venga a ellos, sino que lo persiguen con las manos extendidas. No se permite malgastar el tiempo tumbándose al sol. Siempre quieren mantenerlo en sus brazos, darle y dedicarle canciones e historias. Pero el tiempo es tranquilidad y paz amorosa, amar, descansar y tenderse en una estera imperturbable. Los Papalagi no han entendido al tiempo y, por consiguiente, lo han maltratado con sus bárbaras prácticas. ¡OH, mis hermanos amados!, nosotros nunca nos hemos lamentado del tiempo, lo hemos amado como era, sin perseguirlo o cortarlo en rebanadas. Nunca nos da preocupación o pesadumbre. Si hay entre vosotros alguno que no tiene tiempo, ¡dejadle que hable! Nosotros tenemos tiempo en abundancia, siempre estamos satisfechos con el tiempo que tenemos, no pedimos más tiempo del que ya hay y siempre tenemos tiempo suficiente. Sabemos que alcanzaremos nuestras metas a tiempo y que el Gran Espíritu nos llamará cuando perciba que es nuestro plazo, incluso si no sabemos el número de lunas gastadas. Debemos liberar al engañado Papalagi de sus desilusiones y devolverle el tiempo. Cojamos sus pequeñas y redondas máquinas del tiempo, aplastémoslas y digámosles que hay más tiempo entre el amanecer y el ocaso del que un hombre ordinario puede gastar.
Por último, leímos en clase (2º D) un pequeño texto de B. Labbé y M. Puech, Piruletas de Filosofía (Ediciones S/M), titulado precisamente "Aprovechar el tiempo":

"Cuando no tenemos nada que hacer y nos aburrimos, nos damos cuenta de que el tiempo pasa. Porque entonces pasa lentamente, demasiado lentamente. Aburrirse enseña todo lo que ocupa el tiempo, justamente porque está vacío. Y en ese vacío los pensamientos pueden moverse al fin y podemos soñar. Juan estaba ese tiempo vacío, en el que pudo soñar que volaba. Pudo imaginar proyectos con su padre, pudo imaginar el futuro, desearlo. Jamás hubiera podido pensar en eso haciendo judo, resolviendo ejercicios de matemáticas o viendo la televisión. El hombre que no se toma tiempo para pensar difícilmente puede construir proyectos. No espera demasiado del futuro. Para pensar hace falta tiempo. Tiempo libre, tiempo vacío. Un tiempo que podemos encontrar cuando no se tiene nada que hacer. Pero esos momentos son muy escasos. Todo el mundo tiene lo que se suele llamar un "horario", ¡y es raro que en el horario haya recuadros con espacio para escribir "tiempo para soñar", "tiempo para no hacer nada"!"
Por último, os comentaba en clase la importancia de replantearse esa división de nuestras sociedades industrializadas entre el ocio y el trabajo, de redistribuir mejor el trabajo  y cuestionar su valoración, la explotación que en muchas ocasiones conlleva, en nuestras sociedades capitalistas. En esto nos puede ayudar mucho la lucha feminista para la emancipación, de mujeres y hombres, de una sociedad y cultura alienantes y deshumanizadoras. Francisco Fernández Buey subrayaba hace tiempo "la vindicación feminista (pero no sólo feminista) de cambiar los tiempos del trabajo y del ocio, los tiempos que dedicamos actualmente al cuidado de los otros, sobre todo de nuestros mayores, y a la atención de uno mismo, los tiempos de lo público y lo privado" (El Viejo Topo, 297, oct 2012, p. 49).

También os propuse reflexionar sobre la irracionalidad económica y social del paro y la exclusión social que produce.
Y me gustaría animaros a estudiar, a reflexionar, a confundir vuestro esfuerzo con un ocio placentero y relajado, pues vuestro esfuerzo es y será muy necesario personal y socialmente. Así lo expresaba el lema de la revista L'Ordine Nuovo (1919), en la que colaboraba el filósofo A. Gramsci, dirigiéndose a los jóvenes obreros italianos:
Instrúyanse porque tenemos necesidad de toda vuestra inteligencia. Agítense porque tendremos necesidad de todo vuestro entusiasmo. Organícense porque tendremos necesidad de toda vuestra fuerza".

Cuestiones:
-Realiza una breve disertación sobre la afirmación de Russell "En el mundo se ha trabajado demasiado".
-Comenta y valora algunos de los textos propuestos arriba.