domingo, 23 de abril de 2023

Descartes y la materia


 "Descartes fue el primer moderno porque se atrevió a reírse de Aristóteles. Muchos lo celebraron, pues asociaban al estagirita con la escolástica, que era una filosofía de clérigos. No sabían que, con esa precipitación, enterraban el legado más valioso de aquella Academia en la colina de un bosque sagrado, extramuros de Atenas, y de aquel alumno aventajado del divino Platón. El mundo de Aristóteles era un mundo de cualidades, donde algunos cuerpos caen y otros, como el vapor o el fuego, ascienden, donde las cosas tienen cualidades (cálido, frío, húmedo, seco) y un principio interno de movimiento. La materia está, en cierto sentido, viva y puede realizar movimientos sin ser empujada o forzada por algo externo. Lo que define la physis aristotélica es esa dinámica interna de la materia. De ahí que Descartes la llame "física animista" y la sustituya por una "física mecanicista", donde lo que cuenta ya no es la cualidad, sino la cantidad. El mundo queda matematizado. Ese paso de gigante torpón hace posible la revolución científica. Y todo sigue su curso hasta la teoría cuántica, en las primeras décadas del siglo XX. (...) La materia está viva. Respira luz. Esa es la primera de las conclusiones fundamentales de la aventura cuántica. La materia ha dejado de ser mecánica, palpita como un corazón. La materia ya no es un reloj. La materia es carne, músculo, tensión interna. La materia, además, nos interpela, solicita nuestra mirada (para existir) y refleja, como si fuera un espejo, nuestras intenciones. Nos habla en el idioma que nosotros le propongamos. La naturaleza no parece ser de una determinada manera, más bien parece ser lo que queramos que sea. En lo que es incluye nuestra intención, nuestra manera de mirar, nuestro lenguaje".

Reseña de Juan Arnau a Christian de Quincey, Naturaleza esencial, Atalanta, 2022.


jueves, 20 de abril de 2023

Sobre la enseñanza de la historia de la filosofía

 

Joaquín Torres García, Filosofía presentada por Palas en el Parnaso (1908).

Óscar Daza, en su artículo "El control social en la historia de la psicología: algunos capítulos para olvidar (1900-1940)" (en R. Rodríguez (ed.), Contrapsicología, Dado, 2016 :45), señala una advertencia sobre el estudio de la historia de las ciencias que también deberíamos aplicar a la enseñanza de la historia de la filosofía:

"Las ciencias, cuando revisan su historia, suelen hacerlo resaltando las virtudes morales de sus intenciones, el talento genial de sus fundadores, el buen quehacer de su trabajo a nivel de rigurosidad y metodología. Todo esto, que sin duda es importante, muchas veces deja en un segundo plano aspectos menos ensalzables y más humanos. Los aspectos sociales, políticos, económicos quedan olvidados o se citan como aspectos secundarios coadyuvantes. Siempre quedan por debajo del empuje interno que las teorías y sus promotores dan al avance concreto de esa ciencia en ese momento. El estudiante se ve así inmerso en una tradición ejemplar de héroes, revelaciones y hallazgos de la cuál él es la promesa futura y próximo paso.

No está del todo mal esta visión positivista-heroica de la ciencia, pero la verdad histórica, aparte de enfrentarnos a una alta dosis de incertidumbre por su complejidad, no es tan lineal ni tan bella moralmente".