miércoles, 18 de febrero de 2015

Notas para el comentario de Nietzsche


Estamos comentando el apartado tercero de una de las obras finales (1888) del filósofo alemán Friedrich Nietzsche, El crepúsculo de los ídolos. Este apartado, titulado “La “razón" en la filosofía”, es, como ha señalado Andrés Sánchez Pascual en el prólogo de su traducción, central en el libro desde el punto de vista de la “metafísica” de Nietzsche. Describe la idiosincrasia del filósofo: es decir, del filósofo típico, del filósofo habido hasta ahora, al que ya había contrapuesto en Más allá del bien y del mal “esos filósofos nuevos” que están apareciendo en el horizonte. La idiosincrasia del filósofo se resume en esto: en su odio a la noción misma del devenir (cambio), y, en consecuencia, en su odio a la vida. La filosofía anterior (con excepción de Heráclito) ha sido obra del resentimiento. La “razón” en la filosofía es la causa de que nosotros falsifiquemos el testimonio de los sentidos. Nietzsche acaba este apartado con “cuatro tesis” en las que resume toda su metafísica.
El biógrafo R. Safranski (Nietzsche, Tusquets, 2009) recuerda lo que en el año 1888 afirmó Nietzsche de su Crepúsculo de los ídolos, a saber, que había expuesto en éste sus "principales hetorodoxias filosóficas":
Nietzsche pasó revista a "la serie de ficciones metafísicas con las que Occidente ha diseñado el mundo imaginario del fundamento, de la unidad y de la duración frente al heraclíteo "río absoluto" del devenir y perecer. No ha oposiciones dialécticas, sino solamente tránsitos resbaladizos, no hay en absoluto leyes históricas. Las ideas (kantianas) sobre el apriorismo de nuestra razón no son otra cosa que restos religiosos, son representaciones, que se nos han hecho entrañables, sobre las pequeñas eternidades en el entendimiento finito del hombre. El "yo" es una ficción absoluta. Incluso en el hombre no hay más que sucesos, acciones; y porque no soportamos la dinámica del acontecer anónimo, encontramos un actor para las acciones. El "yo" es una invención de este tipo. El cogito, ergo sum de Descartes es barrido del escenario con pocas frases. Precisamente en el pensamiento se muestra que es tan sólo el acto del pensamiento el que produce al actor. No es el yo el que piensa, sino que, a la inversa, es el pensamiento el que me permite decir "yo". En un análisis sutil de la voluntad muestra Nietzsche que se ha pensado esto en forma demasiado tosca. Contra lo que pretende Schopenhauer, la voluntad no es una unidad dinámica, sino un hormigueo de aspiraciones diferentes, un campo de lucha de energías que pugnan por el poder".
Respecto a la crítica de Nietzsche a la tradición socrático-platónica y a la dialéctica, G. Deleuze (Nietzsche, PUF, París, 1965) ha señalado la particular visión de Nietzsche respecto a la historia de la filosofía, pues éste proponía reencontrar la unidad de pensamiento y vida, que situaba en los presocráticos. El pensador presocrático mostraba cómo los modos de vivir inspiraban formas de pensar, y los modos de pensar creaban formas de vivir
- Frente al filósofo que descubría una verdad oculta (Platón), Nietzsche planteaba la idea de un filósofo “intérprete y evaluador del mundo”. 
- Así, frente al puro concepto, mediante el aforismo y el poema, el pensador se asemejaría al médico (que considera los fenómenos como síntomas) y al artista (que trabaja y crea “perspectivas”). 
- Frente a los “filósofos sumisos” (sometidos a las exigencias de la “razón” y de la “verdad”, bajo las que se escondían fuerzas como el Estado, las religiones o los valores en curso), Nietzsche defendía al “filósofo legislador”, que criticaba los valores establecidos y creaba nuevos valores.
Sócrates fue un modelo de esos “filósofos sumisos”. Él inventó la metafísica, e hizo de la ida algo que debía ser juzgado, medido, limitado; y del pensamiento, una medida, un límite que se ejercía en nombre de valores superiores: “lo divino, la verdad, el Bien”. Sócrates acabó con la filosofía trágica de los presocráticos, con la lucha de dos elementos: lo apolíneo y lo dionisíaco. Sócrates fue el negador de esa esencia trágica griega por su elección de la razón como guía para la vida, por su creación del hombre teórico. Pero si Sócrates hizo triunfar a Apolo frente a Dionisos (la razón sobre la vida), Platón, por su parte, creó otro mundo desvalorizado, un mundo que es ilusión del mundo verdadero; inventó el espíritu puro y el “Bien en sí”, conceptos metafísicos que son sólo engaños del lenguaje, engaños gramaticales. La desestimación del valor de los sentidos y la sobreestimación de la razón ha conducido a la metafísica occidental, según Nietzsche, a admitir un mundo verdadero frente a un mundo aparente, cuando sólo este último es el real. El fenómeno o la apariencia es todo lo que hay. Una verdad sólo es verdadera por su valor pragmático: por ser voluntad de verdad, voluntad de poder. Es verdadero lo que sirve a la vida, lo que aumenta el poder. Además, la ilusión del conocimiento absoluto es un presupuesto teológico encubierto. Todo conocimiento nunca es en sí, sino para nosotros. El orden lógico de lo real no es otra cosa que la acción ordenadora del lenguaje: las pretendidas leyes lógicas son en realidad meras categorías lingüísticas, leyes del significante. Igualmente carece de sentido hablar de una esencia humana fijada y determinada: el hombre no ha alcanzado su forma definitiva, es el animal no fijado. Además, contra el dogmatismo metafísico, Nietzsche defendía el perspectivismo: “No hay hechos, sino interpretaciones; no hay cosas en sí sino perspectivas”. Y la perspectiva es ya una valoración.
¿Qué se escondía, pues, tras el idealismo de Sócrates y Platón, de la metafísica occidental? Una especie de temor o deseo inconfesado, el espíritu de decadencia, el odio a la vida y al mundo, el temor al instinto.
En la Ilustración, el filósofo alemán Kant pareció restaurar la crítica, la idea de un filósofo legislador, pero sólo lo parece: denunció las falsas pretensiones del conocimiento, pero no puso en cuestión el ideal de conocimiento; denunció la falsa moral, pero no puso en cuestión las pretensiones de la moralidad, ni la naturaleza y el origen de sus valores. Reprochó haber mezclado dominios, intereses; pero los dominios permanecían intactos, y los intereses de la razón, sagrados (“el verdadero conocimiento, la verdadera moral, la verdadera religión”).
La dialéctica prolongó todo esto. La dialéctica es el arte que nos invita a recuperar las propiedades alienadas. Todo retorna al Espíritu, como motor y productor de la dialéctica (Hegel) o al hombre como ser genérico (Marx). Pero si nuestras propiedades expresan una vida disminuida, y un pensamiento mutilado, como denunciaba Nietzsche, ¿de qué nos sirve recuperar o devenir un sujeto verdadero? ¿Suprimiendo la religión cuando se ha interiorizado el sacerdote? ¿Matar a Dios cuando se ha puesto al hombre en su lugar y se guarda lo esencial, es decir, el lugar?
En el contexto filosófico nos interesa subrayar la corriente vitalista que se desarrolla durante el último tercio del siglo XIX, y que supone el intento de superación de las corrientes filosóficas coetáneas (idealismo, marxismo y positivismo) y la incorporación de las nuevas ideas sobre la vida aparecidas en el ámbito de la recién creada ciencia biológica. La vida, como elemento fundante de la realidad y de la reflexión filosófica, es entendida en un doble sentido: el biológico (como impulso vital) y el biográfico (como existencia humana vivida). El vitalismo surgirá pues como reacción contra el idealismo y el positivismo dominante en la época, y propone recuperar la valoración del individuo, de la diva o de la dimensión histórica, en autores como Kierkegaard, Nietzsche y Dilthey.
Para saber más:
Crítica de Nietzsche a la "razón" y a la metafísica.

jueves, 12 de febrero de 2015

El problema de la realidad y el conocimiento en la filosofía moderna

Intenta responder a algunas de las cuestiones en torno a la realidad y el conocimiento en el pensamiento moderno. 

- ¿Qué es la «revolución científica»?, ¿qué paradigmas procedentes del pensamiento griego coexisten durante dicha revolución?, ¿qué relación existe entre la nueva ciencia y la filosofía moderna?
- ¿Qué importancia tiene el método en el conocimiento de la verdad?, ¿cómo afecta el método en la organización de la vida en orden a conseguir eficacia?
- ¿Es real todo lo que es matematizable?, ¿qué valor tiene el método descriptivo practicado por la ciencia de origen aristotélico?
- ¿Qué papel desempeñan la razón y los sentidos en el conocimiento de la verdad?, ¿cómo se construye la experiencia, con arreglo al criterio empirista o más bien al trascendental?
- ¿Cuántas clases de sustancias existen en la realidad?, ¿tres, como decía Descartes? ¿una, como afirmaba Spinoza?, ¿infinitas, como sostenía Leibniz? ¿Qué consecuencias se desprenden de las concepciones anteriores?
- ¿Dónde tiene su origen el conocimiento humano?, ¿en la razón?, ¿en la experiencia?
- ¿Cuáles son las claves de la polémica gnoseológica entre los partidarios del racionalismo y del empirismo?, ¿cómo se actualiza esta confrontación en la polémica sobre el origen del lenguaje?
- Dado el origen evolutivo del conocimiento humano, ¿cabe esperar alguna forma de ideas innatas en función de la eficiencia, las necesidades e intereses?
- ¿Qué características y qué alcance tienen los juicios de la ciencia?, ¿son analíticos?, ¿son sintéticos?, ¿son sintéticos a priori?
- ¿Qué valor tiene el principio de causalidad?, ¿se puede probar la existencia de Dios?
- ¿Cómo ha influido la propuesta cartesiana de la matematización de lo real y de la autonomía de la razón en el desarrollo de la ciencia?, ¿y en el ateismo y el laicismo?
- ¿Cómo se plasma el criterio cartesiano de la claridad y distinción en el estilo artístico neoclásico?
- ¿Existen ideas innatas? ¿Hay consenso entre los humanos en torno a estas supuestas verdades universales?, ¿qué dice la lógica dialéctica de los principios de identidad y de no contradicción?, ¿y el principio de complementariedad de la mecánica cuántica sobre el principio de causalidad?

lunes, 9 de febrero de 2015

Kant y los españoles

El libro Antropología práctica (1785), recoge los apuntes de un curso de Kant que aproximadamente se correspondería con lo que hoy llamaríamos "Geografía Universal". Se sabe que Kant tuvo mucho éxito dando estos cursos porque combinaba cuestiones de ética (reivindicando los ideales ilustrados) con una geografía recreativa y anecdótica (marcada con algunas observaciones que en la actualidad calificaríamos como etnocéntricas o machistas). 
En el siguiente fragmento, Kant explica a sus alumnos cómo es España. Como podréis ver, hay por un lado una admiración de la nobleza de carácter -propia del contexto ilustrado- y una crítica, no exenta de menosprecio, al atraso cultural del país. Aislamiento, miseria, sangre caliente, hambre de siglos y menosprecio por el saber constituyen, según Kant, la esencia de España.  
En todo caso, el texto muestra que Kant no vivía en un ambiente aislado, sino que estaba informado de la situación cultural y política de su tiempo. Conviene no olvidar que en el siglo XVIII se consideraba que el "Grand Tour" (el viaje por otros países europeos, en los que en ocasiones se incluía España) constituía una parte básica de la educación de los jóvenes caballeros, especialmente en Inglaterra. Era costumbre que algunos de estos jóvenes viajeros -o sus secretarios- publicaran después sus diarios de viaje, algunos de los cuales, como el Viaje a Italia de Goethe, se convirtieron en obras clásicas. Kant había leído seguramente algunos de estos libros, que constituían la base de su conocimiento geográfico, porque -como es bien sabido- casi no se movió de su ciudad natal. (Fuente: Traducción de http://www.alcoberro.info/planes/kant10.htm)
Aunque un príncipe de la casa de Borbón llegó a ser rey de los españoles, no le fue posible modificar sus costumbres. Quizá sea responsable de ello su ancestral sangre morisca. Actualmente son los antípodas de los franceses y demuestran un firme apego por sus antiguas costumbres; al igual que los pueblos orientales viven aislados y sin prestar mucha atención a las ciencias. No les gusta viajar, ni tampoco aprenden francés. La palabra "grandezza"designa muy bien el porte que adopta cualquier campesino, sustentado en el alto concepto que tienen de sí mismos. Los comerciantes poseen un talante noble y exquisito, siendo sin duda los más honrados del mundo. Cuando estalló una de las guerras mantenidas por España e Inglaterra, se promulgó un edicto para que no se abonaran las facturas de los comerciantes ingleses; sin embargo, sí saldaron sus deudas, aun cuando arriesgaban su vida en ello. Su mesa está mal surtida. Comen tarde, poco y mal. Un viajero alemán y su séquito causaron sensación en este sentido, puesto que, como consumían tanto, los españoles armaban un gran revuelo para ver comer a los alemanes. En Zaragoza salieron a su encuentro para evitar que llegasen a la ciudad, temiendo no tener suficientes alimentos para ellos.
Esta nación cuenta con pocas diversiones. Sólo una danza, llamada fandango, parece estimular al pueblo, hasta el punto de que, cuando alguien la interpreta, todo el mundo la baila en las calles. Se trata de una nación algo cruel, tal y como muestran las corridas de toros y su auto de fe, donde son quemados los sambenitos, así como quienes tienen mitras de papel, en las que se ha pintado al diablo y algunas antorchas verticales; las teas invertidas sólo significan el destierro. Tienen cierta propensión hacia el romanticismo. En España las reformas son muy difíciles de llevar a cabo, dado su proverbial apego a las viejas usanzas; valga como ejemplo que, siendo voluntad del rey [Carlos III] suprimir el uso de la capa y de gran sombrero circular, para evitar que los malhechores pasaran inadvertidos entre tanto embozado, estalló una revuelta en contra suya.
                                           Kant, Antropología práctica, Tecnos, Madrid, 1990.

lunes, 2 de febrero de 2015

Contrahistoria del liberalismo

El profesor Domenico Losurdo, en su Contrahistoria del liberalismo (El Viejo Topo, 2005), ha señalado el hecho de que mientras Locke denigraba la "esclavitud" política que pretendía imponer la monarquía absoluta, a la vez silenciaba o consideraba obvia y pacífica la esclavitud en las colonias. Locke mantuvo sólidas inversiones en la trata negrera floreciente en el siglo XVII (era accionista de la Royal African Company) y contribuyó personalmente a la formalización jurídica de la esclavitud en Carolina.

En el Segundo tratado sobre el gobierno civil, que hemos resumido en otras entradas de este blog, Locke mencionaba a los "cautivos hechos en una guerra justa", que se convertían en esclavos "por el derecho natural, y sometidos al dominio absoluto y al poder arbitrario de sus amos". Locke parecía justificar la depredación de los colonos ingleses sobre las "selvas vírgenes y las praderas no cultivadas de América", pues el trabajo era lo único que -según Locke- daba derecho a la propiedad. Si los indios americanos desconocían además la propiedad privada, eso convertía su territorio en "zonas que no pertenecen a nadie". Pues Dios, argumentaba Locke, no puede querer que el mundo creado por él permanezca "para siempre sin dividir e inculto".

La grandilocuencia teatral y las declamaciones en honor de la libertad de los liberales ingleses contra el monarca absoluto, o de los rebeldes de las colonias contra las instituciones inglesas, contrastan llamativamente con su condición de propietarios de esclavos.

El empirismo de John Locke

John Locke (Wrington, 1632 - Essex, 1704) fue un pensador inglés considerado el padre del empirismo y del liberalismo moderno.
Nació en Wrington (cerca de Bristol), Inglaterra, el 29 de agosto de 1632. Se educó en la Westminster School y en la Christ Church de Oxford. En 1658 se convirtió en tutor y profesor de Griego y Retórica. Más tarde volvió a Oxford y estudió medicina.
Prácticamente todo el pensamiento posterior fue influenciado por su empirismo, hasta desembocar en el escepticismo de Hume. En lo pedagógico, Locke no pretendió crear un sistema educativo, sino explicar los lineamientos de la educación para los hijos de la nobleza, por consiguiente sus ideas representan tanto un reflejo de la percepción pedagógica de su tiempo como una reflexión profunda sobre sus bondades, defectos y alcances. Influyó de forma determinante en las ideas de la Revolución Gloriosa y la Declaración de Derechos Británica de 1689.
Tras algunas vicisitudes en el mundo de la política internacional, que le valieron no pocos problemas, Locke volcó la experiencia de su vida intelectual en dos obras cumbre: Ensayo sobre el entendimiento humano (1690) y Pensamientos sobre educación (1692).(Fuente: wikipedia)


 

Comparación de Descartes con Locke:
Existen dos puntos de desacuerdo entre el filósofo racionalista y el empirista: 1) La finalidad de la filosofía; esto es: qué buscamos al hacer filosofía; y 2) cuál es la fuente de nuestras ideas, y qué se deriva de la identificación de tal fuente.
1. Para Descartes, la meta de la filosofía, lo que la filosofía debe perseguir, es revelar las verdaderas esencias de las cosas, para de esta forma llegar a saber qué es el mundo realmente. Para Locke, por el contrario, esa meta es inalcanzable, y lo que la filosofía debe proponerse es ordenar nuestra experiencia acerca del mundo. Es decir,tratar de encontrar sentido a lo que experimentamos.
 2. Para Descartes, el origen de nuestras ideas fundamentales está en nosotros mismos: antes de entrar en contacto con cualquier cosa o evento externo —esto es: previamente a la experiencia—, todos tenemos las ideas de identidad (el yo), de alma o mente, de materia, y de Dios. Para Locke, todas nuestras ideas son adquiridas por medio de la experiencia. De manera que, aunque el criterio de certeza para Locke es intuitivo, de manera semejante a como lo es para Descartes, lo que verdaderamente importa para el filósofo inglés es conocer el mundo, y esto solamente lo logramos por medio de ideas adquiridas, no por medio de ideas innatas.

domingo, 1 de febrero de 2015

Carta sobre la tolerancia (John Locke)

      El empirista John Locke fue también el autor de la famosa Carta sobre la tolerancia, que engloba las cartas que John Locke publicó entre los años 1689 y 1690.  Estas cartas ofrecen en buena medida las bases ideológicas esenciales para su teoría política expuesta por las mismas fechas en Dos tratados sobre el gobierno civil. Carta sobre la Tolerancia, desarrolla el concepto de la libertad individual, criticará la intolerancia y la coacción que tanto las sectas religiosas, como el Estado, pueden llevar a cabo en contra del individuo.

En el siglo XVII, la religión sumía al continente europeo en guerras y conflictos continuos. La creciente intolerancia religiosa en todos los reinos del continente estaba sustentada en la progresiva identificación de la religión del monarca con la de sus súbditos. Así, en 1609, Felipe II -en uno de los momentos más trágicos de nuestra historia- expulsaría a los moriscos del reino de España. Una tragedia que afectaría a cerca de 400.000 personas.
      A raíz del triunfo de la reforma protestante en diversas regiones europeas, la persecución se extendería -junto a la de judíos y musulmanes- a nuevos colectivos. En Francia, el rey Luis XIV perseguiría a los protestantes calvinistas (llamados hugonotes). En la Inglaterra de Locke, el rey Carlos I había intentado imponer la liturgia anglicana en Escocia, lo que contribuiría a desencadenar la guerra civil de 1642 a 1646.
      Las tierras del "nuevo mundo", especialmente inglesas y holandesas, se convirtieron en el siglo XVII en tierras de acogida para determinadas  minorías religiosas (cuáqueros, calvinistas...).
En Europa central, mientras tanto, se desarrollaba la Guerra de los Treinta Años, entre los años 1618 y 1648, en la que intervino la mayoría de las grandes potencias europeas de la época. Esta guerra marcará el futuro del conjunto de Europa en los siglos posteriores. Aunque inicialmente se trató de un conflicto religioso entre estados partidarios de la reforma y la contrarreforma dentro del propio Sacro Imperio Romano Germánico, la intervención paulatina de las distintas potencias europeas gradualmente convirtió el conflicto en una guerra general por toda Europa, por razones no necesariamente relacionadas con la religión: búsqueda de una situación de equilibrio político, alcanzar la hegemonía en el escenario europeo, enfrentamiento con una potencia rival, etc.