sábado, 18 de marzo de 2017

"Los sueños de un visionario"

"Tampoco la razón humana está suficientemente dotada de alas como para atravesar nubes tan altas como las que nos ocultan los secretos del otro mundo; y a los curiosos que tan solícitamente piden noticias sobre ellos, se les puede dar una respuesta sencilla, pero muy natural: que lo más aconsejable sería que se dignaran tener paciencia hasta haber llegado allí. Pero como es probable que nuestro destino en el otro mundo pueda depender en gran medida de cómo hayamos administrado nuestros cargos en éste, concluyo con aquello que Voltaire hace decir al final a su honrado Cándido después de tantas inútiles controversias: ¡Ocupémonos de nuestra felicidad, vayamos al jardín y trabajemos!"
I. Kant, Los sueños de un visionario (1766).
   
En 1743, el visionario sueco Emmanuel Swedenborg, según su propio testimonio, recibió una "llamada divina" para consagrarse por entero a la difusión de las revelaciones que le habían sido hechas y a propagar la interpretación, según su "sentido interno", de las Sagradas Escrituras. A partir de esa fecha, Swedenborg entra en contacto con espíritus y ángeles con los que pretendidamente dialoga. Entre 1749 y 1756 publica Arcania Caelestia, en ocho volúmenes, donde explica el sentido oculto y verdadero de los libros del Génesis y del Éxodo.
    En 1766, el filósofo alemán I. Kant escribe Los sueños de un visionario, donde realiza una irónica crítica de la obra del visionario sueco (no exenta de comprensión), un capítulo más de la batalla librada por los ilustrados contra las supersticiones y el oscurantismo religioso. De la lectura de los Arcania Caelestia, Kant extrae su convencimiento en la necesidad de respetar los límites de la razón humana impuestos por la naturaleza. Frente a los "soñadores de la razón", entre los que incluye a los metafísicos, Kant advierte que quizás la naturaleza haya seguido obrando sabiamente al impedirnos volar (alejándonos del supuesto mundo de los espíritus y los ángeles); quizás "la esperanza de un mundo distinto y mejor esté fundamentada, no en la existencia, visionada o especulada, de lo trascendente, sino en la conciencia moral de todo hombre".

martes, 14 de marzo de 2017

"Dialéctica de la Ilustración": una lectura contemporánea al texto de Kant "¿Qué es la Ilustración?


“Dialéctica de la Ilustración”: crítica a la razón instrumental.

Dialéctica de la Ilustración (1944) es una obra escrita por Theodor Adorno y Max Horkheimer, autores pertenecientes a la llamada Teoría crítica, corriente conectada con un compromiso social emancipatorio frente al auge de los fascismos en Europa en los años 30 del siglo XX. En sus páginas encontraremos un análisis crítico de la cultura de masas y del fascismo en el que se hace una referencia crítica al concepto kantiano de Ilustración e Iluminismo. El destierro, el genocidio nazi y la guerra son factores que influyeron decisivamente en el pensamiento de Horkheimer y Adorno y el reflejo del fracaso de nuestra civilización (“¿Es posible la filosofía después de Auschwitz?”). Según Adorno y Horkheimer, la razón moderna occidental ha funcionado en ocasiones como un mecanismo de dominio sobre la naturaleza y el otro. El concepto de razón dominante ha funcionado en relación con un sistema de poder cultural y político, en el cual, tener razón supone tener autoridad. Es por esto por lo que el poder del conocimiento científico-racional se ha puesto en ocasiones al servicio de los intereses de un sistema autoritario.

    La Dialéctica de la Ilustración es un intento de poner de manifiesto la irracionalidad de un mundo opresor, de una sociedad que paulatinamente ha devenido lo contrario de su propósito inicial, a saber, el progreso y la emancipación por medio de la razón. La Dialéctica de la Ilustración tiene su origen en un hecho traumático para Adorno y Horkheimer, la constatación de la capacidad demoledora del género humano que, contra el proyecto ilustrado de emancipación, no camina hacia una convivencia razonable, ni cimenta la edificación de una sociedad libre, sino que se dirige hacia su plena aniquilación.

     No debemos separar a la razón occidental de las formas históricas concretas y las instituciones sociales en que se halla inmersa. La razón nació desde un principio mutilada por el interés del hombre de dominar la naturaleza y este anhelo de dominio enfermó a la razón: «La racionalidad propia de la Ilustración es la de un conocimiento técnico-instrumental» (un conocimiento que considera cognoscible cuanto es manipulable, siendo los criterios de manipulación y control, el cálculo y la utilidad, los dominantes). No hay ninguna pregunta sobre si los objetivos que se buscan son en si mismos razonables o no, si hacen referencia a intereses generales o particulares, si agrava o suaviza los conflictos sociales, si preserva o destruye el medio natural... «Lo que nos habíamos propuesto era nada menos que comprender por qué la humanidad, en lugar de entrar en un estado verdaderamente humano, se hunde en un nuevo género de barbarie”.

     Así, en el siglo XX, la guerra mundial y la barbarie nazi habían quebrado la confianza en la razón humana y había expulsado el optimismo racionalista, herencia de la ilustración. Así, el filósofo alemán T.W. Adorno llegó a afirmar que el nuevo imperativo después del nazismo era orientar el pensamiento y la acción para evitar que esa aberración pueda repetirse. La ética – para Adorno- debería nacer de la reacción contra el dolor de los otros y no de una esfera fría y abstracta de la razón. La profunda crisis de valores que se abrió tras la Segunda Guerra Mundial y el relativismo ético político que se extendió por Europa, quedó en parte compensado por el resurgir de los movimientos sociales y la efervescencia de una visión marxista de la historia cargada de esperanza emancipatoria.
 
Fuente: 
Esther Barahona Arriaza, “Razón, verdad y crítica: momentos epistemológicos en la «Dialéctica de la Ilustración» de M. Horkheimer y Th. W. Adorno”, Anales Seminario Metafísica, n.º 30, 1996.
Esther Barahona Arriaza, “Razón, verdad y crítica: momentos epistemológicos en la «Dialéctica de la Ilustración» de M. Horkheimer y Th. W. Adorno”, Anales Seminario Metafísica, n.º 30, 1996.

Michel Foucault. Una lectura contemporánea del texto de Kant "¿Qué es la Ilustración?"


Michel Foucault y la respuesta de Kant al problema de la Ilustración.
En 1993 la revista francesa Magazine Littéraire publicaba en su dossier "Kant y la modernité" (nº 309, abril 1993, pp. 61-74) la transcripción de un seminario (1983) del pensador francés Michel Foucault (1926-1984), en el que subrayaba el interés del artículo de Kant "¿Qué es la Ilustración?":
Ocurre en nuestro tiempo que cuando un diario plantea una pregunta a sus lectores, lo hace para solicitarles su punto de vista en relación con algún tema, sobre el cual cada quien ya tiene su opinión formada. En este caso, quien responde no corre ningún riesgo al no poder informar o enseñar nada nuevo con su respuesta. En el siglo XVIII se prefería interrogar al público sobre auténticos problemas; es decir, preguntas referidas a temas sobre las cuales aún no se tenían respuestas. No sabría decir si esto era más eficaz, pero en todo caso era más entretenido.
Siguiendo esta última costumbre, el periódico alemán Berlinische Monatschrift publicó, en el mes de noviembre de 1784, una respuesta a la pregunta Was ist Aufklärung? El autor de la respuesta era Kant (...). Foucault señala que este ámbito, el periodismo filosófico en el que se inicia Kant, es uno de los modos de ejercer públicamente la reflexión filosófica (especialmente importante en el siglo XIX). La manera en que Kant plantea la cuestión de la Ilustración es diferente de otras formas anteriores de reflexionar sobre el propio presente por la tradición filosófica: la define de una forma negativa, como una “salida”, un final. Busca la diferencia que introduce la actualidad de su época respecto al pasado. Esa salida se presenta de forma ambigua en el escrito de Kant: como un proceso histórico en desarrollo y como una tarea y obligación; es decir, como un proceso en el que formamos parte colectivamente y como una tarea personal. ¿Cuál es, entonces, este evento que denominamos Aufklärung y que ha determinado, al menos parcialmente, lo que somos, lo que pensamos y lo que hacemos hoy día? (...) La hipótesis que quisiera proponer es que ese pequeño texto de Kant se encuentra, de alguna manera, sobre la línea que une los planos de la reflexión crítica y de la reflexión sobre la historia. Es una reflexión de Kant sobre la actualidad de su propia empresa filosófica. Sin duda que no es la primera vez que un filósofo ha dado las razones que le llevan a emprender su obra en tal o cual momento. Pero me parece que es la primera vez que un filósofo reúne, de manera estrecha y desde el interior, el significado de su obra en relación con el conocimiento, una reflexión sobre la historia y un análisis particular del momento singular en el que escribe y por causa del cual escribe. Me parece que la novedad de ese texto es la reflexión sobre el “hoy” como diferencia en la historia y como motivo para una tarea filosófica particular. Al mirar ese texto del modo que propongo, me parece que se puede reconocer en él un punto de partida: el esbozo de lo que pudiera llamarse la actitud de modernidad.
Foucault reivindicó como tarea y distintivo de la filosofía contemporánea la crítica histórico-política de la propia época (mediante el análisis histórico y la actitud práctica reflejados en las transformaciones acontecidas en dominios que conciernen a modos de ser y pensar, relaciones de autoridad, relaciones entre sexos, la manera en que percibimos la locura o la enfermedad…). “La crítica de lo que somos es a la vez análisis histórico de los límites que nos son impuestos y prueba de su posible franqueamiento”. En la Ilustración se enraiza un tipo de interrogación filosófica que “problematiza a la vez la relación con el presente, el modo de ser histórico y la constitución de sí mismo como sujeto autónomo”; una actitud filosófica caracterizada como crítica permanente de nuestro ser histórico; un pensamiento de los límites: ¿lo que nos es dado como universal, necesario, obligatorio, ¿en qué medida es singular, contingente y debido a construcciones arbitrarias?

viernes, 10 de marzo de 2017

I. Kant y el contrato social.


Mas lo que a un pueblo no le resulta lícito decidir sobre sí mismo, menos aún le cabe decidirlo a un monarca sobre el pueblo; porque su autoridad legislativa descansa precisamente en que reúne la voluntad íntegra del pueblo en la suya propia. A este respecto, si ese monarca se limita a hacer coexistir con el ordenamiento civil cualquier mejora presunta o auténtica, entonces dejará que los súbditos hagan cuanto encuentren necesario para la salvación de su alma; esto es algo que no le incumbe en absoluto, pero en cambio sí le compete impedir que unos perturben violentamente a otros, al emplear toda su capacidad en la determinación y promoción de dicha salvación. El monarca daña su propia majestad cuando se inmiscuye sometiendo al control gubernamental los escritos en que sus súbditos intentan clarificar sus opiniones, tanto si la hace por considerar superior su propio criterio, con lo cual se hace acreedor del reproche: Caesar non est supra Grammaticos, como -mucho más todavía- si humilla su poder supremo al amparar, dentro de su Estado, el despotismo espiritual de algunos tiranos frente al resto de sus súbditos (...). Bajo tal mirada esta época nuestra puede ser llamada «época de la Ilustración» o también «el Siglo de Federico».
          Un príncipe que no considera indigno de sí reconocer como un deber suyo el no prescribir a los hombres nada en cuestiones de religión, sino que les deja plena libertad para ello e incluso rehúsa el altivo nombre de tolerancia, es un príncipe ilustrado y merece que el mundo y la posteridad se lo agradezcan, ensalzándolo por haber sido el primero en haber librado al género humano de la minoría de edad, cuando menos por parte del gobierno, dejando libre a cada cual para servirse de su propia razón en todo cuanto tiene que ver con la conciencia.
I. Kant, ¿Qué es la Ilustración?

¿Pero, quién fue Federico II de Prusia?

   Al término de la guerra de los siete años (1756-1763), Prusia ya estuvo en condiciones de rivalizar con Austria por el dominio de los estados alemanes. Federico II el Grande se alió con Catalina II de Rusia en 1764, y mediante la primera partición de Polonia en 1772 obtuvo la Prusia polaca, además de Gdansk (Danzig) y Torun (Thorn). Königsberg pasó entonces a ser la capital de la provincia de la Prusia del Oriental. 
   En 1785 se dio otro paso más hacia la destrucción de la dominación austriaca: Federico reunió a los príncipes alemanes para crear una alianza, la Liga de príncipes independientes (Fürstenbund) que reunía a Sajonia, Hannover, Turingia, Baden y algunos territorios menores. Con dicha alianza fue capaz de frenar los proyectos de engrandecimiento de Austria a costa de la crisis de la sucesión bávara. La victoria de Federico el Grande sobre las aspiraciones austríacas anticipaba, en sus últimos días, el futuro papel de Prusia como cabeza de la Alemania del Norte y como núcleo de la futura unidad alemana.
    Como exponente del despotismo ilustrado, a Federico se le conoce por modernizar la burocracia y la administración pública prusiana, y por llevar a cabo diversas políticas de carácter religioso, que abarcan desde la tolerancia hasta la opresión, en función de las circunstancias. Reforma el sistema judicial y hace posible que los hombres de origen no aristocrático puedan llegar a la judicatura o a los principales puestos burocráticos. Algunos críticos, sin embargo, recalcan que sus medidas son opresivas contra sus súbditos polacos conquistados. Apoya las artes y la filosofía, aunque al mismo tiempo emite diversas leyes de censura a la prensa. 
     Pese a sus ideales protestantes, cabe destacar la tolerancia de Federico hacia católicos y judíos en contraste con otros países de la Europa reformada. A pesar de ello, tan sólo aquellos que mantenían prácticas protestantes podían ser elegidos por el rey para desempeñar cargos públicos. Aunque toleraba a las dos ya nombradas religiones, sobre todo durante el final de su vida desarrolló un fuerte sentimiento en contra de otros credos. Ejemplos de esto son la desmantelación de conventos católicos en Polonia o su maracdo antisemitismo, muy visible en su Testamento político donde llegó a afirmar que la presencia de judíos debía ser regulada.

¿En qué consiste el "contrato social" de los ciudadanos con el gobernante?
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       El "contrato social" que plantea el pensamiento político liberal a partir del siglo XVII permitiría a los individuos salir del estado de naturaleza para entrar en el estado civil. No era visto como un hecho histórico (no se afirmaba la realidad histórica de ese "estado de naturaleza") sino como una hipótesis que decía cómo debería ser administrado el Estado. Fue en Inglaterra donde surgió el primer modelo de Estado moderno con poderes legislativo y ejecutivo separados. John Locke fue su teórico más destacado, al diseñar en sus Dos tratados de 1690 la teoría sobre el gobierno civil. Una propuesta de sociedad civil que amplió en su Carta sobre la tolerancia, en la que defendía (al igual que hemos visto en Kant) la tesis de que un Estado se hace fuerte y alcanza una paz duradera cuando es capaz de proteger la libertad religiosa, pues esta es necesaria para la paz y la convivencia de sus ciudadanos. Algo parecido hemos leído en Kant:

"Ahora bien, ¿acaso una asociación eclesiástica –cual una especie de sínodo o (como se autodenomina entre los holandeses) grupo venerable- no debiera estar autorizada a juramentarse sobre cierto credo inmutable, para ejercer una suprema e incesante tutela sobre cada uno de sus miembros y, a través suyo, sobre el pueblo, a fin de eternizarse? Yo mantengo que tal cosa es completamente imposible. Semejante contrato, que daría por cancelada para siempre cualquier ilustración ulterior del género humano, es absolutamente nulo e inválido; y seguiría siendo así, aun cuando quedase ratificado por el poder supremo, la dieta imperial y los más solemnes tratados de paz".      

                                                                                     I. Kant, ¿Qué es la Ilustración?
“La Ilustración alemana, notoriamente menos radical que la francesa, carece de posturas materialistas, ateas o revolucionarias; su historia consiste, esencialmente, en un erudito debate entre los partidarios de una religión “racional” (Reimarus, Lessing, Mendelssohn) y los no menos comedidos defensores de la religión revelada (Hamann y Herder)”.
L. A. Bredlow, Kant esencial, Montesinos, Barcelona, 2010.
     Para Kant, el contrato social era el propio de una constitución republicana si implicaba la igualdad o sumisión absoluta de los individuos a una autoridad (lo cual acercaba el pensamiento kantiano a Thomas Hobbes). Pero, al mismo tiempo, garantizaba la libertad, que el ciudadano fuera colegislador, esto es, que ninguna ley pudiera ser aprobada sin su consentimiento y que, por tanto, el gobernante tuviera que dictar las leyes como si emanasen de la voluntad general (lo cual aproxima el pensamiento de Kant a J. J. Rousseau):

La piedra de toque de todo cuanto puede acordarse como ley para un pueblo se cifra en esta cuestión: ¿acaso podría un pueblo imponerse a sí mismo semejante ley?

I. Kant, ¿Qué es la Ilustración?
    El contrato social originario tenía que respetar también el principio de ciudadanía, que implicaba la elección de representantes. Pero, al contrario que Rousseau, para quien todos los hombres son ciudadanos, Kant distingue entre ciudadanos activos y pasivos siguiendo el criterio de posesión de tierras.