La relación intelectual entre Unamuno y Ortega es de naturaleza compleja y en ella se mezclan la mutua admiración, las patentes diferencias de edad, formación y carácter y el factor común de ser los dos más importantes intelectuales españoles del siglo XX, alcanzando ambos una gran proyección pública en su época. Desde su juventud, en la que Ortega entonces joven estudiante en Margurbo escribe al Unamuno, que ya es una figura consagrada, y le cuenta sus intimidades personales y sus inquietudes intelectuales, hasta el sentido artículo que le dedica con ocasión de su fallecimiento, la suya fue una relación rica y fructífera.
Unamuno y Ortega divergían fundamentalmente en cuatro puntos: el personalismo, la poesía, España y la mística. (Ver artículo de José Sobrino)
Ambos pensadores polemizaron, entre 1906 y 1912) sobre el tema de la europeización de España o la españolización de Europa (según fuera la posición de Ortega o de Unamuno, respectivamente). Ortega criticaba la "desviación africanista del maestro y morabito salmantino". Para Unamuno, que reacciona en su madurez contra su inicial positivismo, la ortodoxia científica de hoy o la Inquisición científica contrastaba con la ciencia española, que identifica con la mística. La ciencia quita sabiduría a los hombres... El objeto de la ciencia es la vida y el objeto de la sabiduría es la muerte.
En esta polémica destacó una carta de Unamuno a Ortega del 30 de mayo de 1906: "Yo me voy sintiendo profundamente antieuropeo. ¿Que ellos inventan cosas?, Invéntenlas".
En el epílogo de Del sentimiento trágico de la vida (1912), Unamuno dice: "No ha mucho hubo quien hizo que se escandalizaba de aquello de "que inventen ellos", expresión paradójica a la que no renuncio". Para apoyarse, Unamuno cita a Joseph de Maistre (en una carta a un ministro ruso): "No por no estar hecha para la ciencia debe una nación estimarse en menos". Continúa con un desafío: que no tenemos un espíritu científico ¿y qué importa si tenemos algún otro? En las últimas líneas de este epílogo, Unamuno se vuelve a referir críticamente a la campaña de Ortega en pro de la europeización: Y ahora vosotros, Bachilleres Carrascos del regeneracionismo europeizante, jóvenes que trabajáis a la europea con método y crítica científicos, haced riqueza, haced patria, haced ciencia, haced ética, o más bien traducid "Kultura", que así mataréis a la vida y a la muerte. Para lo que ha de durarnos todo...
Otra polémica es la que mantuvieron ambos autores en torno al teatro, expresado en dos textos: un artículo orteguiano, “Elogio del Murciélago”, luego recogido en la colección de ensayos El Espectador; y un artículo de Unamuno, que se titula, expresivamente “Teatro y cine”. Hay enfrentadas dos concepciones del arte y la literatura. En Unamuno el arte es visto como método de conocimiento, conocimiento filosófico, que es como decir personal; en Ortega el arte se concibe separado de la vida, como una isla. Varias veces Ortega repitió aquella afirmación de que o se hace ciencia, o se hace literatura o se calla uno. No es posible la confusión. En Unamuno esta confusión es una de las claves maestras de su obra.
Por último, dos concepciones distintas de la figura del intelectual. La expresión casi romántica del Yo en Unamuno, frente al pensador -en el caso de Ortega- que tiene que buscar las señas de identidad colectivas, en un ejercicio de salvación que no sólo salva a mi Yo, sino también a mi circunstancia.
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