Antes de entrar en la filosofía de Tomás de Aquino, y continuando nuestra lectura del libro de Randall Collins, vamos a contextualizar los debates y tensiones que configuraron el campo filosófico y religioso de esa época.
Durante el cristianismo medieval las instituciones clave fueron los monasterios, el papado y las universidades. La Iglesia creció aliada con la aristocracia local, entre los que reclutaba a sus miembros, lo que les proporcionaba edificios, propiedades de tierras y siervos para trabajarlas (a cambio de movilización emocional y legitimación cultural) . El papado se extendió organizativamente a partir de los monasterios rurales: "En la baja Edad Media, la Iglesia participaba de la dispersión feudal del poder. Los obispos actuaban como príncipes territoriales y estaban muy entremezclados con la política de las aristocracias locales" (Collins, 2005:459-460).
Más tarde, conforme aumentaba la competencia entre las escuelas monásticas, "la red de profesores se fue independizando para formar organizaciones especializadas por derecho propio. La parte más densa de la red se organizó en universidades, y se especializó en teología y en las materias que conducían hacia ella. El papado y las universidades se alimentaron mutuamente. Con la burocratización de la administración eclesiástica, sus filas se fueron llenando de teólogos formados en las universidades y abogados especialistas en el canon".
Las universidades se convirtieron en centro de la vida intelectual. La filosofía sería importante en las universidades especializadas de teología, sobre todo en París y Oxford: "Es la época de la alta escolástica, de la construcción de sistemas formales, de la búsqueda de capital cultural adicional con las importaciones de las viejas fuentes mediterráneas. La creatividad filosófica es el resultado de la síntesis de todos estos materiales".
Además, surgen importantes transformaciones en el sector monástico: se trata de los frailes, "órdenes de monjes fuera de los monasterios, activos en las disputas doctrinales y en la vida de las ciudades. Los franciscanos y los dominicos se desplazan allí donde se localiza la actividad intelectual y, pronto, sus rivalidades dominan la teología y la filosofía de las universidades" (Collins, 2003:466). Dominicos y franciscanos conforman la segunda gran oleada de monaquismo expansivo, tras la primera oleada encabezada por los cistercienses de San Bernardo un siglo antes: "Los dominicos, cuya misión explícita era la predicación de la ortodoxia, se vieron atraídos con facilidad hacia la enseñanza formalmente organizada. Al principio organizaron sus propias escuelas, pero éstas pronto se convirtieron en secciones residenciales adjuntas a las universidades o (como en Colonia) en el núcleo de futuras universidades. En la década de 1230, los propios profesores universitarios ya aposentados, y los aspirantes a serlo, se unieron a las órdenes en tropel, desplazando el centro de gravedad de la formación de los monjes hacia el mundo universitario". En esta época el papado pujaba por el poder teocrático en Europa. Los franciscanos se dividieron en facciones internas dominadas por las figuras de Buenaventura, Duns Escoto y Ockham. Los dominicos abrazaron dos posturas conectadas: el aristotelismo neoplatónico de Alberto Magno y el aristotelismo de su discípulo Tomás de Aquino, que acabó por convertirse en doctrina oficial. Otra facción del campo universitario serían los sacerdotes y clérigos seglares que entraban en la competencia por los privilegios universitarios con las órdenes dominicana y franciscana.
Más tarde, conforme aumentaba la competencia entre las escuelas monásticas, "la red de profesores se fue independizando para formar organizaciones especializadas por derecho propio. La parte más densa de la red se organizó en universidades, y se especializó en teología y en las materias que conducían hacia ella. El papado y las universidades se alimentaron mutuamente. Con la burocratización de la administración eclesiástica, sus filas se fueron llenando de teólogos formados en las universidades y abogados especialistas en el canon".
Las universidades se convirtieron en centro de la vida intelectual. La filosofía sería importante en las universidades especializadas de teología, sobre todo en París y Oxford: "Es la época de la alta escolástica, de la construcción de sistemas formales, de la búsqueda de capital cultural adicional con las importaciones de las viejas fuentes mediterráneas. La creatividad filosófica es el resultado de la síntesis de todos estos materiales".
Además, surgen importantes transformaciones en el sector monástico: se trata de los frailes, "órdenes de monjes fuera de los monasterios, activos en las disputas doctrinales y en la vida de las ciudades. Los franciscanos y los dominicos se desplazan allí donde se localiza la actividad intelectual y, pronto, sus rivalidades dominan la teología y la filosofía de las universidades" (Collins, 2003:466). Dominicos y franciscanos conforman la segunda gran oleada de monaquismo expansivo, tras la primera oleada encabezada por los cistercienses de San Bernardo un siglo antes: "Los dominicos, cuya misión explícita era la predicación de la ortodoxia, se vieron atraídos con facilidad hacia la enseñanza formalmente organizada. Al principio organizaron sus propias escuelas, pero éstas pronto se convirtieron en secciones residenciales adjuntas a las universidades o (como en Colonia) en el núcleo de futuras universidades. En la década de 1230, los propios profesores universitarios ya aposentados, y los aspirantes a serlo, se unieron a las órdenes en tropel, desplazando el centro de gravedad de la formación de los monjes hacia el mundo universitario". En esta época el papado pujaba por el poder teocrático en Europa. Los franciscanos se dividieron en facciones internas dominadas por las figuras de Buenaventura, Duns Escoto y Ockham. Los dominicos abrazaron dos posturas conectadas: el aristotelismo neoplatónico de Alberto Magno y el aristotelismo de su discípulo Tomás de Aquino, que acabó por convertirse en doctrina oficial. Otra facción del campo universitario serían los sacerdotes y clérigos seglares que entraban en la competencia por los privilegios universitarios con las órdenes dominicana y franciscana.
La primera densificación de las redes intelectuales, en cadenas de maestros y discípulos entretejidas por el conflicto, se produce entre los siglos X y XII. En este periodo destaca la figura de Anselmo de Canterbury, cuya prueba ontológica, que inmediatamente generó controversia, planteaba cuestiones que rozaban los límites del debate establecido en torno a la existencia de Dios: "la naturaleza de los criterios racionales, de la autorreferencia y la contradicción, la frontera entre lo trascendental y lo humanamente accesible" (Collins, 2003:469). Mientras los escrituralistas habían adoptado, contra los dialécticos, la idea de que Dios es superior a la lógica (puesto que la voluntad divina podía cambiar las leyes de la lógica), Anselmo edificaba su prueba sobre el criterio racional único de evitar la contradicción: pretendía encontrar una única prueba suficiente de la existencia de Dios que no dependiera de cadenas de argumentos que incluyeran premisas empíricas.
La vida intelectual volvió a tomar impulso a partir de 1200. Se importaron las filosofías árabes, en dos oleadas representadas representadas por el neoplatonismo de Avicena y el aristotelismo de Averroes, seguidos de los textos griegos mismos. Parte de la reputación filosófica de esta época se obtenía en la lucha entre la asimilación y la refutación de las ideas árabes. Aunque se disponía de los textos de Aristóteles, se interpretaban desde una metafísica religiosa idealista.
La aparición de un aristotelismo independiente tendría que esperar hasta la llegada de los radicales averroístas y de Tomás de Aquino. La versión de Aristóteles visto por Averroes era "una especie de religión de los intelectuales". Entre otras cosas, "afirmaba que las escrituras eran una especie de gran verdad metafórica, suficiente sólo para las masas, y que la filosofía pura no sólo es intelectualmente superior, sino que es en sí misma la vía para la salvación". Además, no existía la inmortalidad individual del alma, "cada alma humana es inmortal sólo en la medida en que se llena de verdad filosófica y participa directamente del Intelecto Agente del mundo, mayor que ella". En este sentido, la mayor felicidad que podemos conocer sería la filosofía, por encima de la salvación. Las tesis averroístas fueron condenadas en 1277, aunque continuaron defendiéndose clandestinamente durante muchos años. Algunas de las doctrinas de Tomás de Aquino estuvieron incluidas en esa condena, aunque en pocos años acabaron formando parte de la doctrina de los dominicos.
La aparición de un aristotelismo independiente tendría que esperar hasta la llegada de los radicales averroístas y de Tomás de Aquino. La versión de Aristóteles visto por Averroes era "una especie de religión de los intelectuales". Entre otras cosas, "afirmaba que las escrituras eran una especie de gran verdad metafórica, suficiente sólo para las masas, y que la filosofía pura no sólo es intelectualmente superior, sino que es en sí misma la vía para la salvación". Además, no existía la inmortalidad individual del alma, "cada alma humana es inmortal sólo en la medida en que se llena de verdad filosófica y participa directamente del Intelecto Agente del mundo, mayor que ella". En este sentido, la mayor felicidad que podemos conocer sería la filosofía, por encima de la salvación. Las tesis averroístas fueron condenadas en 1277, aunque continuaron defendiéndose clandestinamente durante muchos años. Algunas de las doctrinas de Tomás de Aquino estuvieron incluidas en esa condena, aunque en pocos años acabaron formando parte de la doctrina de los dominicos.
Tomás es el gran sistematizador de la doctrina filosófica y teológica del cristianismo medieval: "Fue un hombre moderado, que llevó tan lejos como era posible el nuevo capital intelectual de la época, pero que marcó tajantemente diferencias con los radicales" (Collins, 2003:482).
La obra más importante de Tomás de Aquino fue la Summa contra gentiles, en la que trata de establecer la verdad de la religión cristiana con argumentos dirigidos a un lector imaginario que aún no es cristiano, por lo que recurre a la razón natural (pues los gentiles no aceptan la autoridad de la Sagrada Escritura). Para ello separa las partes de la fe que se pueden probar por la razón (la existencia de dios o la inmortalidad del alma) de las partes que no (la Trinidad o el Juicio Final). Respecto a la existencia de Dios, Tomás rechaza el argumento ontológico de San Anselmo en cuanto ninguna criatura sabe lo suficiente para ser capaz de deducir la existencia de Dios de su esencia. En Dios, esencia y existencia son todo uno, pues es simple, no tiene composición.
Como ha señalado B. Russell (Historia de la filosofía occidental, II:73-83), Tomás de Aquino ha sido más notable por su sistematización que por su originalidad. Además, su defensa de la razón "es, en un sentido, insincera, puesto que la conclusión a que ha de llegar está fijada de antemano". Y pone como ejemplo los argumentos encaminados a demostrar la existencia de Dios: "Todos, excepto el de la finalidad en las cosas inanimadas, se basan en la supuesta imposibilidad de una serie que no tenga primer término. Todo matemático sabe que no hay tal imposibilidad; la serie de enteros negativos que termina en menos uno es un ejemplo de lo contrario". Además, la identificación de esencia y existencia en Dios resultaría de la confusión entre la manera de ser de los universales y la de los particulares: "La esencia de Dios es, debe suponerse, de la naturaleza de los universales, mientras su existencia no lo es". Tomás de Aquino, según B. Russell, "no se dispone a seguir, como el Sócrates platónico, adonde quiera que su argumento le pueda llevar. No se empeña en una investigación cuyo resultado sea imposible de conocer de antemano. Antes de empezar a filosofar ya conoce la verdad; está declarada en la fe católica... El descubrimiento de argumentos para una conclusión dada de antemano no es filosofía, sino una defensa especial".
Para Tomás de Aquino hay unos límites dentro de los cuales la razón puede moverse con acierto. La fe iría más allá de esos límites, de esas realidades limitadas e imperfectas del conocimiento natural, y nos llevaría a su causa, infinita (cuyo ser es en sí mismo inaccesible a la razón, que sólo accede a ella por un conocimiento analógico e imperfecto). Razón y fe poseerían contenidos comunes y no tendrían por qué entrar en conflicto, según Tomás. Serían dos fuentes de conocimiento que se distinguen no por sus contenidos sino por la forma de conoceerlos. La fe serviría a la razón de norma o criterio extrínseco. La teología tomaría sus principios de la fe, pero adoptaría de la razón sus procedimientos de ordenación científica, sus armas dialécticas y la voluntad de esclarecimiento de los artículos de la fe.
Por otro lado, la teoría del conocimiento tomista parte de la imagen o representación particular que dejan las percepciones sensibles en la imaginación o memoria. El entendimiento agente, a partir de su capacidad abstractiva, de universalizar, actúa sobre esas imágenes despojándolas de sus elementos individuales. El entendimiento posible conoce, por fin, mediante la formación de conceptos universales, aunque luego vuelva su mirada a la imagen reconociendo así al individuo, permitiendo el conocimiento de lo singular. Tomás rechaza la teoría de la iluminación agustiniana (el espíritu humano sería iluminado para reconocer las ideas ejemplares presentes en nuestro interior: "No salgas afuera, vuelve hacia ti mismo; en el interior del hombre habita la verdad; y si encuentras que tu naturaleza es mudable, trasciéndete a ti mismo"). Para Tomas no existe intuición directa de las realidades espirituales pues el conocimiento humano parte de lo sensible. Pero también Ockham criticaría, más tarde (siglo XIV), la epistemología tomista afirmando: "No puede pensarse separadamente (abstracción) lo que no existe separadamente (abstraído)".
La obra más importante de Tomás de Aquino fue la Summa contra gentiles, en la que trata de establecer la verdad de la religión cristiana con argumentos dirigidos a un lector imaginario que aún no es cristiano, por lo que recurre a la razón natural (pues los gentiles no aceptan la autoridad de la Sagrada Escritura). Para ello separa las partes de la fe que se pueden probar por la razón (la existencia de dios o la inmortalidad del alma) de las partes que no (la Trinidad o el Juicio Final). Respecto a la existencia de Dios, Tomás rechaza el argumento ontológico de San Anselmo en cuanto ninguna criatura sabe lo suficiente para ser capaz de deducir la existencia de Dios de su esencia. En Dios, esencia y existencia son todo uno, pues es simple, no tiene composición.
Como ha señalado B. Russell (Historia de la filosofía occidental, II:73-83), Tomás de Aquino ha sido más notable por su sistematización que por su originalidad. Además, su defensa de la razón "es, en un sentido, insincera, puesto que la conclusión a que ha de llegar está fijada de antemano". Y pone como ejemplo los argumentos encaminados a demostrar la existencia de Dios: "Todos, excepto el de la finalidad en las cosas inanimadas, se basan en la supuesta imposibilidad de una serie que no tenga primer término. Todo matemático sabe que no hay tal imposibilidad; la serie de enteros negativos que termina en menos uno es un ejemplo de lo contrario". Además, la identificación de esencia y existencia en Dios resultaría de la confusión entre la manera de ser de los universales y la de los particulares: "La esencia de Dios es, debe suponerse, de la naturaleza de los universales, mientras su existencia no lo es". Tomás de Aquino, según B. Russell, "no se dispone a seguir, como el Sócrates platónico, adonde quiera que su argumento le pueda llevar. No se empeña en una investigación cuyo resultado sea imposible de conocer de antemano. Antes de empezar a filosofar ya conoce la verdad; está declarada en la fe católica... El descubrimiento de argumentos para una conclusión dada de antemano no es filosofía, sino una defensa especial".
Para Tomás de Aquino hay unos límites dentro de los cuales la razón puede moverse con acierto. La fe iría más allá de esos límites, de esas realidades limitadas e imperfectas del conocimiento natural, y nos llevaría a su causa, infinita (cuyo ser es en sí mismo inaccesible a la razón, que sólo accede a ella por un conocimiento analógico e imperfecto). Razón y fe poseerían contenidos comunes y no tendrían por qué entrar en conflicto, según Tomás. Serían dos fuentes de conocimiento que se distinguen no por sus contenidos sino por la forma de conoceerlos. La fe serviría a la razón de norma o criterio extrínseco. La teología tomaría sus principios de la fe, pero adoptaría de la razón sus procedimientos de ordenación científica, sus armas dialécticas y la voluntad de esclarecimiento de los artículos de la fe.
Por otro lado, la teoría del conocimiento tomista parte de la imagen o representación particular que dejan las percepciones sensibles en la imaginación o memoria. El entendimiento agente, a partir de su capacidad abstractiva, de universalizar, actúa sobre esas imágenes despojándolas de sus elementos individuales. El entendimiento posible conoce, por fin, mediante la formación de conceptos universales, aunque luego vuelva su mirada a la imagen reconociendo así al individuo, permitiendo el conocimiento de lo singular. Tomás rechaza la teoría de la iluminación agustiniana (el espíritu humano sería iluminado para reconocer las ideas ejemplares presentes en nuestro interior: "No salgas afuera, vuelve hacia ti mismo; en el interior del hombre habita la verdad; y si encuentras que tu naturaleza es mudable, trasciéndete a ti mismo"). Para Tomas no existe intuición directa de las realidades espirituales pues el conocimiento humano parte de lo sensible. Pero también Ockham criticaría, más tarde (siglo XIV), la epistemología tomista afirmando: "No puede pensarse separadamente (abstracción) lo que no existe separadamente (abstraído)".
Cuestiones para el cuaderno:
¿Podrías hacer un esquema comentado de las redes y corrientes filosóficas del cristianismo medieval?
¿Cuál es la crítica que hace el filósofo inglés Bertrand Russell a la filosofía tomista?
Después de ver el documental presentado por Savater, y como ayuda para ayudarte tu comentario del texto de Tomás, puedes intentar responder a estas cuestiones:
¿Qué conexiones y diferencias mantiene Tomás de Aquino con la filosofía aristotélica?
¿Cuál es el contenido de la Summa Theologiae, a la que pertenece el texto que vamos a comentar?
¿Qué elogios y qué críticas hace Savater del pensamiento tomista?
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