sábado, 4 de febrero de 2023

Sobre la revolución científica, los diletantes y los expertos.


Continuando con las ideas de la entrada anterior de este blog, relativa a la importancia de la historia de la ciencia, Paul K. Feyerabend (¿Por qué no Platón?, Tecnos, 2015) también criticaba esta separación entre la ciencia, la historia de la ciencia y la filosofía de la ciencia. La historia de la ciencia, de todo saber humano en general (pues habría que cuestionar los límites entre ciencia y no ciencia), permitiría no abandonar las ideas o creencias del pasado, o de otras culturas, sin haberlas examinado suficientemente. Algunos innovadores, señala Feyerabend, como Paracelso, por ejemplo, recurrieron a ideas primitivas y mejoraron la medicina. O el propio Descartes, que volvió su mirada al pasado para innovar en sus matemáticas (aunque no lo hiciera explícito en su obra, ocultándolo bajo la idea de una lectura atenta de la naturaleza mediante una razón con rasgos trascendentes). Descartes pertenecía además a los diletantes que, a diferencia de los matemáticos profesionales de su época, mezclaban ciencia, técnica y filosofía, lo que les permitía descubrir dogmas petrificados de las distintas escuelas. Asimismo, Paracelso aprendió de las brujas o Galileo de los artilleros y carpinteros. En un tono polémico, Feyerabend señalaba:
    "La ciencia moderna, por otra parte, no es en absoluto tan difícil y tan perfecta como la propaganda científica quiere hacernos creer. Materias como la medicina, o la física, o la biología parecen difíciles sólo porque se enseñan mal, porque la enseñanza standard está llena de de material redundante, y porque empieza demasiado tarde. Durante la guerra, cuando el Ejército Americano necesitaba médicos en breve plazo, de repente se hizo posible reducir la instrucción médica a medio año... La ciencia puede simplificarse durante la guerra. En tiempo de paz, el prestigio de la ciencia exige mayor complicación".
Frente a la actual influencia del saber experto en muchas decisiones políticas, Feyerabend también afirmaba:
    "Tengo una gran opinión de a ciencia, pero muy pobre de los expertos, aunque actualmente ellos determinen la ciencia en un 95 por 100. Creo que son diletantes los que han sacado y todavía hoy sacan adelante a la ciencia y creo también que los expertos sólo consiguen paralizarla".
Un componente importante de la "ideología de los expertos", según Feyerabend, es la creencia de que el progreso o el éxito en el conocimiento sólo se pueden alcanzar mediante métodos especiales. Debemos superar la veneración, casi temor, que tenemos ante los expertos y sustituirla por "la opinión de que los expertos son también hombres y mujeres que poseen la capacidad de producir ideas inteligentes y la capacidad, vinculada a ésta, de cometer graves errores". Ninguna ideología, ninguna forma de vida, como afirma Feyerabend (frente al cientificismo), "es tan perfecta que no pueda mejorar algo cuando se la compare con otra".

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