lunes, 11 de enero de 2016

Discurso del Método, 5ª parte

    En la V parte del Discurso del Método, Descartes se propone exponer brevemente las leyes físicas que había estudiado en otro libro, titulado El Mundo, que no se atrevió a publicar dado que tratando de "varias cuestiones que están en discusión entre los doctos, con los que no deseo enemistarme, creo que será mejor que me abstenga de ello, y que diga solamente en términos generales cuáles fueron aquéllas". 
     Así, respecto al mundo material, Descartes expone sus estudios sobre la luz y sobre los cuerpos que la reflejan o transmiten. Indica que materia (extensión) y movimiento son las causas explicativas del mundo físico; y que las leyes de la naturleza "son tales que, aunque Dios hubiera creado varios mundos, no podría haber ninguno donde dejasen de ser observadas".
 Es curioso cómo la materia es definida por Descartes como inerte y pura extensión. Por otro lado, el movimiento es una simple variación de la posición de los cuerpos, sin nada dinámico interno (negando así el finalismo en la sustancia corpórea). Las leyes de la mecánica cartesiana se basaban en el principio de inercia y la ley del choque; y consideraba que la cantidad de movimiento de todos los cuerpos del universo era constante (principio de la conservación del movimiento). En éstos distinguía la objetividad de las cualidades primarias (magnitud, figura, situación, movimiento...), que son matematizables, y la subjetividad de las cualidades secundarias (color, olor sabor...).
   Más tarde, Descartes habla de la naturaleza del fuego (deteniéndose en la formación del vidrio), para pasar luego a la descripción del los cuerpos animados, en la que detalla su explicación mecanicista del cuerpo humano. Es en este último punto, donde Descartes se detiene para analizar el funcionamiento del corazón (un tema polémico en la época por los descubrimientos de Servert y Harvey) dentro de la máquina humana. Tras la descripción morfológica del corazón (venas, arterias, ventrículos...), explica el movimiento del corazón a causa del calor que dilata o contrae a venas y arterias. Y todo ello "con la misma necesidad que el movimiento de un reloj se sigue de la fuerza, situación y figura de sus contrapesos y de sus ruedas". En este mecanismo, los pulmones tienen una función refrigerante.
    A continuación, Descartes habla de los "espíritus animales", pequeñas partículas orgánicas que se producen en la sangre, que circulan por los nervios y actúan sobre los músculos provocando su movimiento.
     El cuerpo humano es concebido, pues, "como una máquina que, habiendo sido hecha por las manos de Dios, está incomparablemente mejor ordenada y es capaz de movimientos más admirables que ninguna de las que pueden ser inventadas por el hombre". Especialmente en el mundo animal, Descartes señala que "si hubiese unas máquinas tales que se poseyeran los órganos y la figura exterior de un mono o de cualquier otro animal irracional, no dispondríamos de ningún medio para reconocer que no eran totalmente de la misma naturaleza de estos animales". Sin embargo, respecto al cuerpo humano, señala dos diferencias: el uso del lenguaje y la posesión de la razón (facultades de las que carecerían los demás animales). Esto le conduce a diferenciar el alma humana del "alma de las bestias", estando nuestra "alma razonable" estrechamente ensamblada y unida a nuestro cuerpo que permitan tener sentimientos y apetitos humanos; aunque es también de una naturaleza enteramente distinta del cuerpo, por lo que "consecuentemente no está sujeta a morir con él". Además, añade, "al no ver otras causas que puedan destruirla, se siente uno naturalmente inclinado a juzgar por ello que es inmortal".
 En estas líneas vemos brevemente planteados postulados de la ciencia mecanicista que le condujeron a subsumir la física en la cinemática (las cosas naturales se reducían a masas puntuales moviéndose en un espacio euclídeo: infinito, isotópico y tridimensional), lo que le permitió formular, por primera vez, la ley de la inercia, pero le impidió introducir en su sistema las consideraciones dinámicas de Galileo (caída de los graves) y de Kepler (segunda ley). Por otra parte, su rechazo de lo que consideraba "cualidades ocultas" le llevó a defender la existencia de un espacio lleno (acción por contacto), reduciendo el descubrimiento de fuerzas que aparentemente actuaban a distancia (gravedad, magnetismo y electricidad) a la imaginería de los torbellinos (paradójicamente irreductibles a las matemáticas).
 Será más tarde Isaac Newton (1624-1727) quien conciliaría la ciencia cartesiana con los decisivos descubrimientos de su época: conjugó la geometría analítica cartesiana con el concepto dinámico de derivada del tiempo (que conduciría a la invención del cálculo infinitesimal), asignó una causa física a las leyes empíricas de Kepler (cuyo resultado fue la teoría de la gravitación universal), conjugó la cinemática cartesiana con la dinámica galileana en un único sistema físico (la mecánica), e intentó introducir en la mecánica fuerzas como el magnetismo y la electricidad, incompatibles con el universo inerte de Descartes.

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