En España, la recepción de Nietzsche fue un fenómeno literario y
cultural (como refleja el interés de autores de la generación del 98,
como Azorín), destacando la figura de Miguel de Unamuno.
Tras la Guerra
Civil y hasta la derrota alemana en la II Guerra Mundial, existieron
algunas traducciones de las obras de Nietzsche, pero con el creciente
nacionalcatolicismo del régimen franquista la censura impediría
posteriormente su difusión y estudio. La conmemoración del primer
aniversario del nacimiento del filósofo, en 1944, su revitalización a
través de artículos como el que Azorín publica en Arriba de 1941 (Nietzsche en España)
provocaron la reacción del sector católico. Azorín afirmaba en su artículo: “El partido que aspire a levantar a España, tendrá que
fundar su política en la filosofía de Nietzsche” (G. Sobejano, 1967).
El jesuita Quintín Pérez,
ante el temor de una nueva ola nietzscheana, publica en 1943 un libro,
así como varios artículos en revistas como Razón y Fe, Escorial o Revista de Filosofía,
en los que denunciaba las ideas no ortodoxas del pensador alemán, y lo
consideraba "un acalorado y peligroso seductor de conciencias". Según el
jesuita Pérez, urgía "prevenir a la juventud hispanoamericana contra la
seductora candidez de ese niño blasfemo; urge dar a los que no deben
leerle alguna idea de él, a los que de todos modos han de leerle, un
contraveneno, y a los que por necesidad tengan que leerle, una guía". (Vid. G. Sobejano, Nietzsche en España, Gredos, 2004).
“Nietzsche -afirmaba Quintín Pérez- se califica en filosofía de extravagante; en teología, de indocumentado; en religión, de fríamente blasfemo” (Quintín Pérez, “La perversión de un talento”, Revista de Filosofía, nº 4 (1943), págs. 107-123).
La obra de Nietzsche entró en nuestro país en un silencio de veinte
años.
Durante el franquismo se produjo una ruptura, respecto al periodo democrático republicano, con la labor
de traducción, interpretación y comentario de gran parte de la filosofía moderna contemporánea. En el caso de Kant, por ejemplo, hasta 1969 solamente “se reeditan
algunas traducciones hechas ya antes de la guerra y se importan traducciones,
pero se producen muy pocas, apenas hay actividad en torno a sus obras
fundamentales. Y apenas se produce tampoco bibliografía secundaria” (Ibón Uribarri Zenekorta, “Filosofía,
traducción y censura” en Represura, nº 6, marzo 2009). El filósofo español Javier Sádaba recordaba cómo, en su etapa en la Universidad jesuita de Comillas
(Santander), tuvo que pedir permiso para leer a Kant: “Y es que Kant, como
tantos otros, estaba en el Índice de los libros prohibidos por la Iglesia católica" (J. Sádaba, Dios y sus máscaras. Autobiografía en tres décadas, Temas
de Hoy, Madrid, 1993, p. 128) .
En
los años 70, autores como Fernando Savater o Eugenio Trías
representaron el resurgimiento en nuestro país del interés por el
pensamiento nietzscheano (En favor de Nietzsche, 1973). Como ha señalado Manuel Cruz (El País,
20 mayo 2000), en esta recuperación, "no interesaba el Nietzsche
definidor de la moral señorial o el excitador de la voluntad. Menos aún,
por descontado, el Nietzsche que jugaba con palabras que, por decirlo
con la expresión de Olivier Reboul, no son inocentes, palabras como señor, esclavo, raza, jerarquía, adiestramiento y selección.
Interesaba el Nietzsche de la afirmación del eterno retorno, el crítico
de la razón, de la religión y la cultura moderna, sin olvidar al poeta,
al experimentador del instante, al redescubridor del azar o al defensor
ferviente de la necesidad de aceptar sin sentimiento de culpa el
devenir".
Cuestiones:
- Lee el artículo de Ibón Uribarri y señala el papel de la censura franquista en la recepción y traducción de algunas corrientes filosóficas en España.
- Señala algunas de las influencias del pensamiento nietzscheano en los autores de la generación del 98.
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