viernes, 2 de enero de 2015

Los huesos de Descartes

Russell Shorto, Los huesos de Descartes, Duomo Ediciones, Barcelona, 2009. Traducción de Claudia Conde.
En este libro podemos encontrar una visión interesante del debate entre ciencia y religión que atravesaba el pensamiento del siglo XVII. Y lo hace a través de una investigación detectivesca sobre las peripecias que sufrió el cráneo de Descartes, que fue separado del resto del cuerpo tras su entierro, y que circuló como reliquia de una mano a otra por Europa.
Aunque el cartesianismo tuvo entre sus seguidores a destacados jesuitas y oratorianos, y el propio Descartes no veía incompatibilidad ninguna entre su ciencia y su fe, la reacción contra su teoría fue creciente desde 1642, cuando en Utrecht se prohibió formalmente su filosofía. El mecanicismo de su física y el dualismo cartesiano alma/cuerpo eran, al parecer, los grandes problemas, especialmente respecto al problema de la transustanciación de la eucaristía, en el que se habían enfrentado católicos y protestantes. Otros veían como una manifestación de ateísmo el modelo mecánico con el que se empezaba a estudiar el cuerpo humano. Como recuerda Shorto, en la medicina de la época, en la que se podía usar la astrología como parte del arsenal diagnóstico, y se aplicaban sistemáticamente las sangrías, "se creía que las medicinas sólo eran eficaces si se administraban con una oración, para liberar su poder benéfico" (28).
Descartes, por el contrario, había adoptado la teoría de Harvey de la circulación sanguínea como elemento central de su fisiología. Así lo manifestaba en su Discurso del Método, (en el que se incluían también ensayos que contenían "la primera o una de las primeras explicaciones razonables de la ley de la refracción, la miopía y la hipermetropía, la naturaleza del viento y la formación de las nubes y el arco iris, así como una detallada exposición de la geometría analítica"(35)).
En 1671, la ciudad de París, incitada por su obispo, decretó que todo el que defendiera públicamente esas doctrinas se arriesgaba a ser castigado con la pena de muerte. Ya antes, en 1663, la Inquisición católica condenó cuatro libros de Descartes y los puso en el Índice de libros prohibidos. Se condenaba y prohibía para los católicos el leer los libros, so pena de incurrir en pecado. El motivo se mantuvo en secreto hasta 1998, cuando se hicieron públicos los archivos de la Inquisición hasta 1903. Según Shorto, "los archivos muestran que una de las principales preocupaciones de la Iglesia era que la perspectiva de Descartes acerca de la materia y el mundo material pudieran socavar la doctrina de la eucaristía y la presencia real de Jesucristo en el pan eucarístico" (92). Aunque Malebranche y otros seguidores adoptaron la filosofía cartesiana a las enseñanzas de la Iglesia católica, la condena se ha mantenido durante mucho tiempo.
Junto a las controversias teológicas, el cráneo de Descartes, por su parte, contribuyó a la polémica científica en torno a pseudociencias muy en boga en el momento como fueron la frenología y la fisiognomía, que intentaban determinar la inteligencia y otras características individuales o raciales a través del tamaño y forma del cráneo. Curiosamente el debate sobre la autenticidad del cráneo encontrado y atribuido a Descartes serviría para desacreditar a la mala ciencia.
Félix de Azúa ha hecho un interesante comentario de este libro en El País: Un montón de huesos. Os lo recomiendo.
A continuación, podéis ver una breve presentación del autor de "Los huesos de Descartes"(en inglés):

No hay comentarios:

Publicar un comentario