jueves, 4 de noviembre de 2021

Elogio de la sombra. Platón y el arte de las sombras.

     Desde Platón, la sombra se considera ante todo un simulacro, algo opaco, indigno de confianza y alejado de la verdad. Sin embargo la sombra, que Platón identifica con la ignorancia en su famosa “alegoría de la cueva”, es un precioso instrumento de conocimiento, así como una fantástica herramienta para los artistas visuales. Entonces, ¿cuál es el grado de verdad en las sombras?

    El escritor japonés Junichiro Tanizaki, en uno de sus ensayos más celebrados, ‘Elogio de la sombra’ (1933), se aproxima al concepto de la in’ei (sombra), en el que ésta no sólo asume un rol de oscuridad proyectada por un cuerpo opaco, sino que determina la perspectiva asumida por Tanizaki para desarrollar su argumentación estética del costumbrismo nipón -emparentado con lo telúrico-. "Tanizaki argumenta que en Occidente la belleza siempre ha estado ligada a la luz, a lo brillante y a lo blanco, y que lo oscuro, lo opaco y lo negro siempre han tenido una connotación negativa. Sin embargo, argumenta, en Japón la sombra no tiene una connotación negativa y es considerada como parte de la belleza. A lo largo del libro explora la relación entre la sombra, lo tenue, el contraluz, en la cerámica japonesa, los tokonomas, la construcción de las viviendas, de las lámparas, de la tinta china y del vestuario del , entre otros aspectos, y cómo la semipenumbra enaltece la belleza de los diseños japoneses" (Fuente: wikipedia).

  -En la actualidad, el poeta visual Juan Vidaurre ha utilizado en su última serie el artificio de la silueta, la sombra, para cuestionar la realidad, ya sea estética, política o social.

 https://www.rtve.es/play/videos/la-aventura-del-saber/aventuraboekjuanvidaurre/3654616/ 

- El escritor argentino Jorge Luis Borges también compuso un precioso poema titulado "Elogio de la sombra", donde refleja las ideas de la vejez, la ceguera y la penumbra.

 La vejez (tal es el nombre que los otros le dan)
puede ser el tiempo de nuestra dicha.
El animal ha muerto o casi ha muerto.
Quedan el hombre y su alma.
Vivo entre formas luminosas y vagas
que no son aún la tiniebla.
Buenos Aires,
que antes se desgarraba en arrabales
hacia la llanura incesante,
ha vuelto a ser la Recoleta, el Retiro,
las borrosas calles del Once
y las precarias casas viejas
que aún llamamos el Sur.
Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas;
Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar;
el tiempo ha sido mi Demócrito.
Esta penumbra es lenta y no duele;
fluye por un manso declive
y se parece a la eternidad.
Mis amigos no tienen cara,
las mujeres son lo que fueron hace ya tantos años,
las esquinas pueden ser otras,
no hay letras en las páginas de los libros.
Todo esto debería atemorizarme,
pero es una dulzura, un regreso.
De las generaciones de los textos que hay en la tierra
sólo habré leído unos pocos,
los que sigo leyendo en la memoria,
leyendo y transformando.
Del Sur, del Este, del Oeste, del Norte,
convergen los caminos que me han traído
a mi secreto centro.
Esos caminos fueron ecos y pasos,
mujeres, hombres, agonías, resurrecciones,
días y noches,
entresueños y sueños,
cada ínfimo instante del ayer
y de los ayeres del mundo,
la firme espada del danés y la luna del persa,
los actos de los muertos,
el compartido amor, las palabras,
Emerson y la nieve y tantas cosas.
Ahora puedo olvidarlas. Llego a mi centro,
a mi álgebra y mi clave,
a mi espejo.
Pronto sabré quién soy.

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