Gran parte de la vida del filósofo francés René Descartes se desarrolló durante la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), en la que llegó a participar en ambos bandos. Esta guerra fue librada en la Europa Central (principalmente Alemania) entre los años 1618 y 1648, y en ella intervinieron la mayoría de las grandes potencias europeas de la época. Esta guerra marcará el futuro del conjunto de Europa en los siglos posteriores.
Aunque inicialmente se trató de un conflicto religioso entre estados partidarios de la reforma y la contrarreforma dentro del propio Sacro Imperio Romano Germánico,
la intervención paulatina de las distintas potencias europeas
gradualmente convirtió el conflicto en una guerra general por toda
Europa, por razones no necesariamente relacionadas con la religión: búsqueda de una situación de equilibrio político, alcanzar la hegemonía
en el escenario europeo, enfrentamiento con una potencia rival, etc.
El siglo XVII fue por lo general una época de depresión económica,
consecuencia de la prolongada expansión del siglo anterior causada
principalmente por el descubrimiento de América. Las malas cosechas
conllevaron el aumento del precio del trigo y demás productos básicos,
con las subsiguientes hambrunas. El comercio se estancó, especialmente
en el área mediterránea, y solo floreció en Inglaterra y Países Bajos
gracias al comercio con Oriente y la creación de grandes compañías
comerciales, que sentaron las bases del capitalismo y el auge de la
burguesía. La mala situación económica se agravó con las plagas de peste que asolaron Europa a mediados del siglo XVII, que afectaron especialmente a la zona mediterránea.
Otro factor que generó miseria y pobreza fueron las guerras, provocadas
en su mayoría por el enfrentamiento entre católicos y protestantes,
como es el caso de la ya mencionada Guerra de los Treinta Años . Todos estos factores provocaron una grave depauperación de la
población; en muchos países, el número de pobres y mendigos llegó a
alcanzar la cuarta parte de la población.
La Guerra de los Treinta Años llegó a su final con la Paz de Westfalia y la Paz de los Pirineos, y supuso el punto culminante de la rivalidad entre Francia y los territorios de los Habsburgo (el Imperio español y el Sacro Imperio Romano-Germánico) por la hegemonía en Europa, que conduciría en años posteriores a guerras nuevas entre ambas potencias.
El mayor impacto de esta guerra, en la que se usaron mercenarios de forma generalizada, fue la total devastación de territorios enteros que fueron esquilmados por los ejércitos necesitados de suministros. Los continuos episodios de hambrunas y enfermedades diezmaron la población civil de los estados alemanes, y en menor medida, los de los Países Bajos e Italia, además de llevar a la bancarrota a muchas de las potencias implicadas.
Durante el curso de la misma, la población del Sacro Imperio se vio reducida en un 30%. En Brandeburgo se llegó al 50%, y en otras regiones incluso a dos tercios. La población masculina en Alemania se redujo a la mitad. En los Países Checos la población cayó en un tercio a causa de la guerra, el hambre, las enfermedades y la expulsión masiva de checoslovacos protestantes. Solo los ejércitos suecos destruyeron durante la guerra 2.000 castillos, 18.000 villas, y 1.500 pueblos en Alemania.
La larga serie de conflictos que forman la guerra pueden dividirse en cuatro etapas diferenciadas: la revuelta bohemia, la intervención danesa, la intervención sueca y la intervención francesa, que acabaron con la Paz de Westfalia.
La Paz de Westfalia inició un nuevo orden en Europa central basado en el concepto de soberanía nacional. Varios historiadores asignan una importancia capital a este acto, pues fue en Westfalia que la integridad territorial se erigió como un principio que consagra la existencia de los Estados frente a la concepción feudal de que territorios y pueblos constituían un patrimonio hereditario. Por esta razón, marcó el nacimiento del Estado nación
La Guerra de los Treinta Años reestructuró la distribución de poder
previa en Europa. La decadencia de España se hizo claramente visible, perdiendo Portugal. Además, los edictos acordados durante la firma del Tratado de Westfalia (1648) fueron
instrumentos para sentar los fundamentos de lo que todavía hoy son
consideradas como las ideas centrales de la nación-estado soberana. Se
acordó que los ciudadanos de las respectivas naciones debían atenerse
primera y con más importancia a las leyes y designios de sus respectivos
gobiernos en lugar de a las leyes y designios de los poderes vecinos,
ya fuesen religiosos o seculares. Esta certidumbre contrastaba mucho con
los tiempos precedentes, en los que el solapamiento de lealtades
políticas y religiosas era un acontecimiento común. (Fuente: wikipedia)
A continuación podéis ver un documental de la cadena Historia sobre este agitado y sangriento periodo de la historia europea.
CUESTIONES:
- ¿Podrías señalar los que consideras principales factores causante y consecuencias de la Guerra de los Treinta Años? ¿Qué nuevo panorama de Europa configuró?
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