miércoles, 10 de mayo de 2023

Nueva respuesta a la pregunta: ¿qué es la Ilustración?

 


En 2004, en el bicentenario de la muerte de Immanuel Kant (1724-1804), algunos diarios españoles dedicaron algunas páginas a homenajear su obra y pensamiento. Así, en El País, el filósofo francés Bernard-Henri Levy publicó un artículo titulado "Nueva respuesta a la pregunta: ¿qué es la Ilustración?" (12/02/2004). En ella, Levy señalaba "cierta ingenuidad de la Ilustración" que se podía concretar en tres ideas: la ilusión de que los problemas sociales podrían ser solucionados con el reconocimiento del Estado de derecho, el sufragio universal y los derechos humanos; la ilusión culta de que unas mentes iluminadas por la razón y la cultura para acabar con la barbarie (de que abrir una escuela es cerrar una cárcel), de convertir la cultura en una nueva religión; y la ingenuidad de la existencia de un tiempo portador de promesas, de una Historia dotada de sentido que se encamina a su parusía. Así, concluye su artículo Levy, "la Ilustración tiene sombra. Fieles a Kant, debemos criticar -hablando con propiedad, cribar- la Ilustración". 

En el diario El Mundo ("Dique Kant", 11/02/2004), Félix Duque señalaba que "el gigantesco andamiaje" de la filosofía kantiana (la reconstrucción racional de la religión, del liberalismo democrático, de la ética procedimental y formal, de la ciencia) lo había levantado el pensador prusiano "para evitar -o postergar- el embate invencible de la Tierra, a saber: nos forjamos un Dios como contraprueba ideal de lo inextirpable de nuestro egoísmo real...; la federación de pueblos libres es consecuencia de las guerras de rapiña, de colonialismo, y la devastación de la faz de la tierra; hay que aliviar al ciudadano de factores conflictivos: de su imborrable adscripción a lengua, territorio y confesión religiosa, por no hablar de sus necesidades íntimas, homologable y plural como Buzzy Lightyear". En el mismo diario, Pedro G. Cuartango ("El relativista de lo absoluto") escribía:

"(Kant) creía -al menos en su juventud- en un universo ordenado, cerrado y gobernado por la mano de Dios. Pero también estaba firmemente convencido de las limitaciones del entendimiento humano y de su incapacidad para llegar a la verdad. Pensaba que los hombres estaban obligados a seguir unas leyes morales universales -un imperativo categórico- pero reconocía modestamente que no se podía demostrar su existencia. Atrapado en el juego eterno de esencias y apariencias, Kant fue el gran relativista de una sociedad de verdades absolutas. Destruido el mundo en el que él vivió, nos queda al menos esa certidumbre"

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