sábado, 8 de mayo de 2021

El espejo del Progreso en la Europa Moderna

 Los grandes descubrimientos geográficos que realizaron los europeos de la Edad Moderna y el interés por el descubrimientos de otras culturas, llevaron a intentar situar a estas últimas en "un esquema temporal que presuponía una dinámica evolutiva", como testimonios vivos de los orígenes de la humanidad (J. Fontana, Europa ante el espejo, 2000), clasificándolas "de acuerdo con su respectivo grado de evolución en la escala de la civilización". 

    El economista escocés Adam Smith ya había defendido la teoría de los "cuatro estadios" de la historia humana -caza, pastoreo, agricultura y comercio-, que permitía situar a las diversas sociedades conocidas, y que colocaba en el extremo superior evolutivo a Europa occidental. Como señala Fontana (2000:122): "Se suele decir que los hombres de la escuela escocesa han inventado el progreso. Sería más exacto decir que han inventado el atraso de los demás para definir, mirándose en este espejo, su progreso". 

    Los colonizadores se atribuyeron así la tarea de enseñar a los pueblos "primitivos" el "verdadero camino" hacia el progreso. Un progreso que también tomaba como criterio el "dominio sobre la naturaleza", la depredación de los recursos naturales necesarios para el enorme consumo de energía y materias primas de la industrialización.

    Fue así, afirma Fontana, cómo "para construir el concepto de europeo a la luz de la diversidad de los hombres y las culturas, inventamos a los asiáticos, los africanos y los americanos, atribuyéndoles una identidad colectiva que no tenían". Es curioso cómo hasta finales del siglo XVIII los viajeros y los naturalistas europeos consideraban blancos a los chinos y japoneses, para "orientalizarlos" a partir de entonces, cambiándoles el color de la piel: "Sería a fines del siglo XVIII, a la vez que se iniciaba la imagen despectiva de una China decadente, cuando se les comenzase a clasificar como amarillos, dentro de la supuesta división de la humanidad en cinco razas de colores distintos". Esto es sólo otro ejemplo de cómo el "triunfo de Europa", su avance tecnológico y comercial, ha servido para reorganizar, y falsificar, en muchas ocasiones, la historia universal.

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