lunes, 8 de marzo de 2021

Descartes, el pensamiento racionalista y la historia de las mujeres en el siglo XVII.


La historiadora feminista Silvia Federici ha analizado en su interesante libro "Calibán y la bruja" (2010), cómo la persecución de brujas en los siglos XVI y XVII, tanto en Europa como en el Nuevo Mundo, fue tan importante para el desarrollo del capitalismo como la colonización y la expropiación del campesinado europeo de sus tierras. La persecución de las brujas, al igual que la trata de esclavos y la expulsión del campesinado de sus tierras, condujeron a la formación del capitalismo (vinculado, desde entonces, con el sexismo, el racismo y la explotación laboral).

En la transición del feudalismo al capitalismo, "las mujeres sufrieron un proceso excepcional de degradación social que fue fundamental para la acumulación de capital".

"En el nuevo régimen monetario, sólo la producción-para-el-mercado estaba definida como actividad creadora de valor, mientras que la reproducción del trabajador comenzó a considerarse algo sin valor desde el punto de vista económico, e incluso dejó de ser considerada un trabajo. El trabajo reproductivo se siguió pagando -aunque a valores inferiores- cuando era realizado para los amos o fuera del hogar. Pero la importancia económica de la reproducción de la mano de obra llevada a cabo en el hogar, y su función en la acumulación del capital, se hicieron invisibles, confundiéndose con una vocación natural y designándose como "trabajo de mujeres". Además, se excluyó a las mujeres de muchas ocupaciones asalariadas, y en el caso de que trabajaran por una paga, ganaban una miseria en comparación con el salario masculino medio".

   

A lo largo de los siglos XVI y XVII, las mujeres perdieron terreno en todas las áreas de la vida social. Como señala Federici, "uno de los derechos más importantes que perdieron las mujeres fue el derecho a realizar actividades económicas por su cuenta, como femmes soles". Un nuevo espacio y modelo de familia se utilizaría para apropiar y ocultar el trabajo de las mujeres. Además, "en los países mediterráneos se expulsó a las mujeres no sólo de muchos trabajos asalariados sino también de las calles, donde una mujer sin compañía corría el riesgo de ser ridiculizada o atacada sexualmente". Por un lado se impusieron nuevos modelos culturales sobre la diferencia de género, incrementando la diferencia entre hombres y mujeres; por otro lado se señalaba que éstas eran inferiores y que debían ser puestas bajo control masculino. La literatura y el teatro de la época celebraba y evocaba el castigo de la desobediencia femenina frente a la autoridad patriarcal (como en La fierecilla domada, de W. Shakespeare)

En la Europa de la Edad de la Razón, a las mujeres acusadas de "regañonas" se les ponían bozales como a los perros y eran paseadas por las calles; las prostitutas eran azotadas o enjauladas y sometidas a simulacros de ahogamientos, mientras se instauraba la pena de muerte para las mujeres condenadas por adulterio.

Una "regañona" es hecha desfilar por la comunidad con la "brida" puesta, un artefacto de hierro que se usaba para castigar a las mujeres de lengua afilada. De forma significativa, los traficantes de esclavos utilizaban un aparato similar.

    Estas estrategias, según Federici, fueron apoyadas por una campaña de terror, a través de la "caza de brujas" que "destruyó todo un mundo de prácticas femeninas, relaciones colectivas y sistemas de conocimiento que habían sido la base del poder de las mujeres en la Europa precapitalista, así como la condición para su resistencia en la lucha contra el feudalismo". Así surgió, a finales del siglo XVII, el modelo de la mujer y esposa ideal -casta, pasiva, obediente y ocupada en sus tareas. Para esa época, "las mujeres habían perdido terreno incluso en las ocupaciones que habían sido prerrogativas suya, como la destilación de cerveza y la partería". "Las proletarias encontraron particularmente difícil obtener cualquier trabajo que no fuese de la condición más baja: como sirvientas domésticas, peones rurales, hilanderas, tejedoras, bordadoras, vendedoras ambulantes o amas de crianza". Junto a la desposesión de la tierra, esta pérdida de poder con respecto al trabajo asalariado condujo a la masificación de la prostitución (que fue sujeta a nuevas restricciones y luego criminalizada).
 
Frontispicio de Parlamento de Mujeres (1646), una sátira contra las mujeres; "Con las alegres leyes por ellas aprobadas. Para vivir con mayor facilidad, pompa, orgullo e indecencia; pero especialmente para que ellas puedan tener superioridad y dominar a sus maridos".

En este diseño inglés se refleja la exclusión de la mujer de la práctica médica, mostrando a un ángel apartando a una curandera del lecho de un hombre enfermo.

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