jueves, 28 de enero de 2021

Descartes: "El tratado del hombre"

    "Supongo que el cuerpo no es otra cosa que una estatua o máquina de tierra a la que Dios forma con el propósito de hacerla tan semejante a nosotros como sea posible, de modo que no sólo confiere al exterior de la misma el color y la forma de todos nuestros miembros, sino que también dispone en su interior todas las piezas requeridas para lograr que se mueva, coma, respire y, en resumen, imite todas las funciones que nos son propias, así como cuantas podemos imaginar que tienen su origen en la materia y sólo dependen de la disposición de los órganos.

    Conocemos relojes, fuentes artificiales, molinos y otras máquinas similares que aún habiendo sido realizadas por el hombre, tienen capacidad para moverse de modos diversos en virtud de sus propios medios, y me parece que no acertaría a imaginar tantas clases de movimientos en esta máquina que supongo que ha salido de la mano de Dios, ni tampoco alcanzaría a atribuirle tal artificio como para que alguien no tuviera motivo para pensar que aún pudiera ser superior".

René Descartes, Tratado del hombre, Alianza, 1990:22.


En 1664, Descartes publica su Tratado del hombre, un tratado que algunos autores consideran un capítulo de El Mundo o Tratado de la luz, y que sirvió para la difusión y aceptación de las teorías cartesianas, especialmente en el ámbito de la investigación médica. 

    Como señala Guillermo Quintás en su Introducción a este tratado, "la hipótesis del hombre-máquina viene a introducir un nuevo paradigma del ser en movimiento y mantiene la distinción entre el principio de movimiento corporal y el principio de pensamiento". Incorpora a su vez varias proposiciones básicas:

- Que un organismo no es sino el conjunto de sus partes.

- Que la naturaleza del organismo viene determinada por la de sus partes y la disposición de las mismas.

- Que tal organismo puede ser descompuesto y, por este medio, ser analizado.

- Que la comprensión de la actividad y propiedades de un organismo vivo puede ser alcanzada en principio cuando se accede al conocimiento de sus partes, de su disposición y de sus movimientos, que deben obedecer a ciertas reglas o leyes generales.

    En consecuencia, continúa Quintás, "no es preciso considerar principio vital alguno y basta con descubrir el proceso mecánico que es razón de ser de unos movimientos, tal y como se expone  en la analogía del mecanismo hidráulico".            Aunque lo anterior permitió emprender el estudio del cuerpo desde una perspectiva materialista, plantea la polémica sobre la posibilidad de afirmar la identidad entre máquinas y organismos (aunque podamos imaginar la posibilidad de construir artificialmente modelos que imiten la actividad y propiedades de los seres vivos). La idea del hombre-máquina también plantea el problema de acentuar la especificidad y espiritualidad de la res cogitans, del alma (y con ello la dificultad de poder establecer leyes para su conocimiento), frente a la materialidad y mortalidad del cuerpo (res extensa). Además, la imagen del hombre-máquina también ha tenido una lectura técnico-política, ligada al desarrollo de mecanismos de control y corrección del cuerpo que también se desplegaron durante la época moderna en instituciones de encierro como las militares, hospitalarias o escolares.

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