En la actualidad, como defiende Javier Sampedro ("La ecuación que escribió Dios", El País, 16/05/2021), la única religión de los científicos es "la que sostiene que el mundo alberga regularidades ocultas, pautas simples y elegantes bajo su apariencia incognoscible. Los científicos estudian la naturaleza porque están convencidos de que hay algo que entender ahí abajo, en su lógica profunda. Una idea que podría suscribir Platón".
"Entre los físicos actuales -continúa Sampedro-, los más platónicos son seguramente los teóricos de cuerdas. Proponen que los componentes básicos de la materia no son puntos, sino cuerdas que pueden vibrar a distintas frecuencias. Cada forma de vibración es una partícula elemental, como un quark o un electrón. Uno de los teóricos de cuerdas más destacado, Michio Kaku, lo describe con una metáfora: Las leyes de la física se reducen a las armonías de esas cuerdas; la química son las melodías que se pueden tocar sobre ellas; el universo es una sinfonía, y la mente de Dios es música cósmica que resuena por el espaciotiempo. La teoría de cuerdas tiene críticas serias dentro de la ciencia. Todo el mundo admite que es una arquitectura matemática asombrosa y autoconsistente, pero ahora mismo no se puede someter a prueba, y por tanto es más una filosofía que una ciencia. Pero dos generaciones de científicos brillantes le han dedicado su vida, y están seguros de que les puede conducir a la unificación final que abarque toda la física, la ecuación que escribió el Dios de Spinoza para crear el mundo. Es toda la teología que nos queda".
Los físicos actuales, como Spinoza, y antes Platón, creen sólo en el dios que revela la armonía de todo lo que existe, no el de los teólogos.
En cambio, advierte Sampedro, la biología, a diferencia de la física, y por más que avance, "es una improbable fuente de trascendencia": "Para la evolución biológica, un ser humano no tiene más propósito que un árbol o que un virus".
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