¿Qué vería un algebrista chino, de ésos que despreciaban los primeros misioneros jesuitas, al observar las prácticas matemáticas que desarrollaban los Galileos, Descartes o Vieta que vivían en las ciudades centroeuropeas de la época? Vería, ciertamente, una gente muy torpe en el manejo de las ecuaciones algebraicas. Una gente en la que nuestro chino encontraría "rastros" de ciertos conceptos, como los de zheng, fu y wu. Conceptos a los que esos exóticos llamaban, respectivamente, "número positivo", "número negativo" y "cero", aunque el empleo que de ellos hacían era aún muy primitivo". Vería que todavía en el siglo XVIII de su era, la cristiana, el pensador al que ellos más apreciaban y llamaban Inmanuel Kant, aún discutía si fu debía considerarse o no un número, al que denominaba "negativo", como si le faltara algo o fuera algo malo. Vería también "embriones" de ciertas operaciones, como la operación xiang xiao (o "destrucción mutua"), mediante la cual sus antepasados chinos habían desarrollado un método con el que resolvían, desde tiempo inmemorial, sistemas de ecuaciones lineales con varias incógnitas. y seguramente se indignaría al enterarse de que ese método fue objeto de piratería matemática y llegó a estudiarse en Europa como el método de Gauss, borrando toda huella de su origen".
E. Lizcano, "Las matemáticas de la tribu europea: un estudio de caso".
Pero si nuestro matemático chino -señala Lizcano- fuera también antropólogo, "diría que las exóticas matemáticas de esos europeos expresaban su muy particular manera de ver el mundo y las relaciones entre las personas". Se explicaría, por ejemplo, sus dificultades para entender el concepto que en ocasiones intuían bajo el nombre de "cero", poniéndolo en relación con el obsesivo horror al vacío que experimentaba su cultura. "Un horror al vacío que llevaba también a sus físicos a llenar el espacio de fluidos misteriosos (como ése que llama éter) y forzaba a sus pintores a llenar los cuadros de pintura, sin dejar que nada del lienzo vacío original quedara a la vista al finalizar la obra". Las matemáticas de la tribu europea "reflejan un modo muy particular de percibir el espacio y el tiempo, de clasificar y ordenar el mundo, de concebir lo que es posible y lo que se considera imposible". Una tribu que accede a las totalidades por agregación de unidades individuales, que se despliega en un espacio homogéneo e isótropo, que se rige por principios de identidad o de no-contradicción, que sostiene tajantes criterios conjuntistas de pertenencia y exclusión. Esas matemáticas, que han sabido ocultar sus prejuicios y supersticiones, se impuso al resto de tribus como "la matemática" (en singular), como modelo de toda matemática posible. Se impuso, también, a las culturas populares y los saberes vernáculos, descalificándolos y excluyéndolos como conocimiento legítimo, disfrazándose bajo el lenguaje de la modernización y el desarrollo".
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