Algunas
cuestiones polémicas de la teoría marxista
son la necesidad de la violencia revolucionaria, las relaciones entre
democracia y revolución, la dictadura del proletariado, o la
ausencia en Marx de una teoría alternativa del Estado. Respecto a la
primera cuestión, es necesario considerar las formas de lucha no
violenta desarrolladas durante el siglo XX (Ghandi, Luther King…)
aunque también el hecho de que los derechos y libertades no han sido
otorgados a los de abajo, sino que se han conquistado a través de
largas luchas y violentas represiones. También que Marx proclamó
que en el comunismo, con la desaparición de las clases sociales, no
sería necesario el Estado, pero consideró necesaria una inversión
previa del sentido de dominación de clase existente bajo el
capitalismo, y llamó a esto “dictadura del proletariado”. Por
último, en relación con el modelo de sociedad comunista de Marx,
éste la describía así en 1875:
“Sólo
cuando haya desaparecido la subordinación de los individuos a la
división social del trabajo así como la oposición entre trabajo
intelectual y trabajo corporal, cuando el trabajo no sea ya medio de
vida, sino la primera necesidad de la vida, cuando todas las fuentes
de la riqueza cooperativa fluyan en abundancia, o sea, en una fase
superior de la sociedad comunista, sólo entonces la humanidad podrá
escribir en sus banderas:
De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus
necesidades”·.
LA
CRÍTICA ANARQUISTA.
Tanto el anarquismo como el comunismo marxista buscaban en última
instancia la abolición de la propiedad privada y la sociedad sin
clases sociales, ni Estado, mediante una revolución social. No
obstante, anarquistas y marxistas han estado enfrentados desde que
Pierre Joseph Proudhon, que conocía a Marx y Bakunin, afirmó que
así como la tesis del capitalismo garantiza la libertad aboliendo la
igualdad, la antítesis comunista sufre la contradicción opuesta.
Proudhon señaló que sólo con la síntesis del mutualismo se pueden
resolver estas contradicciones, lo que provocó la ruptura de Marx
con Proudhon, expresada en su escrito crítico Miseria
de la filosofía
(1847).
El
enfrentamiento entre marxistas y anarquistas alcanzó su clímax en
la lucha entre los partidarios de Marx y los de Mijaíl Bakunin por
el control de la Primera Internacional, y que acabó con la ruptura
de la misma en 1872. La base del conflicto se centraba en que, así
como los marxistas creían en la necesidad transicional de un Estado
bajo control de los trabajadores (la «dictadura del proletariado»)
y que a su vez se encargara de controlar la economía («planificación
central»), los anarquistas pensaban que el camino al socialismo (o
al comunismo) pasaba por la destrucción del Estado. Para los
anarquistas, un Estado socialista repetiría las características de
opresión y privilegio contra las que luchaban, al tiempo que, al
extender los poderes a la organización de la vida económica,
resultaría ser incluso más opresivo-
Otra
confrontación se encontraba en el papel que tenían lucha económica
y la lucha política en la emancipación de la clase obrera. Para los
marxistas, como el objetivo de la lucha proletaria era la conquista
del poder político, la lucha política ocupaba un lugar central.
Para los anarquistas, la única lucha política válida era la lucha
por la destrucción revolucionaria del Estado, que esperaban surgiera
de la lucha económica.
La
controversia entre anarquistas y marxistas pasa también por las
formas de organización y métodos de lucha de las masas explotadas y
la relación de los revolucionarios con éstas. Mientras los
herederos del marxismo continúan reivindicando las prácticas
político-partidarias con métodos centralistas, los herederos del
anarquismo reivindican la organización asamblearia, la federación y
la democracia directa.
LA
CRÍTICA LIBERAL.
El liberalismo ha dirigido su crítica a dos aspectos clave del
pensamiento marxista: el historicismo y su justificación del
socialismo como régimen colectivista para una futura clase obrera.
Un socialismo estatal pro-obrero termina, para estos autores, en
manos de una elite de partido sin control de ninguna clase, y luego
en manos de una clase burocrática que derriba dicha elite. Pero que
semejante socialismo surja directamente de una fuerza social previa,
esto es, que requiera de una previa movilización obrera que luego
las vanguardias revolucionarias terminan dirigiendo, sería prueba de
que el socialismo burocrático es consecuencia históricamente
necesaria de un socialismo obrero totalitario de masas que requiere
de elites para su organización.
Como
ha señalado Fco. Fernández Buey, a pesar de los crímenes cometidos
en nombre del socialismo, desde que este se hizo poder, durante el
siglo XX, el impulso ético de la tradición socialista sigue
teniendo un papel importante entre las gentes explotadas y oprimidas
de comienzos del siglo XXI. Las tradiciones emancipatorias, de la que
el socialismo forma parte, duran mucho más que los programas
políticos en que a veces arraigan, Probablemente, como afirma
Fernández Buey, “en estos años, entre tanto pensamiento
voluntariamente débil, tanto movimiento social de un solo asunto,
tanta soberbia cientifista y tanto irracionalismo compensatorio, no
ha brotado todavía otro pensamiento que tenga, como lo tuvo el viejo
marxismo, la fuerza de las creencias populares. Ha habido y hay,
desde luego, otras teorías mejores y más finas en el análisis de
aspectos parciales de la sociedad capitalista, pero ninguna ha
logrado hasta ahora juntar vocación analítica, espíritu crítico y
voluntad de emancipación a favor de los explotados y oprimidos”.
Aunque
en la actualidad se hable de la teoría
del fin de las ideologías,
en realidad vivimos una fase histórica hiperideológica, la del
neoliberalismo conservador, que sólo una falta de formación
histórica lleva a algunos a presentar como única alternativa, como
una opción supuestamente “realista” y “desideologizada”.
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