"La fortuna nunca se ha mostrado tan propicia con los persas como con los vencedores griegos, con la infausta derrota de Oriente como con la imperecedera gloria de Occidente. Jerjes y los persas aqueménidas fueron víctimas de esa fatalidad y si sus virtudes han sido negadas a lo largo de la historia, sus vicios han sido amplificados en nuestra conciencia de superioridad occidental, desde entonces y hasta el día de hoy. Occidente venció a Oriente, la libertad al despotismo asiático, incluso se ha dicho que entonces se evitó que Europa estuviera poblada de minaretes y se ha trazado una tramposa línea de continuidad que une a los persas con los talibanes, a sus reyes con Bin Laden, a aquellos bárbaros orientales con los atentados del 11-S, Londres o Madrid. Cuánta retórica sobre la alteridad, cuántas conjuras de harén y violencias desatadas. Como desveló Edward Said, cuánto orientalismo legitimador del milagro griego y occidental frente a Oriente o el islam, cuántas falsas polaridades libertad-esclavitud, barbarie-civilización. Los persas no fueron ni más ni menos bárbaros que nosotros, por más que como los bárbaros de Cavafis, como los musulmanes, fueran al fin y al cabo una solución.
Pero ni la derrota fue tan traumática para los persas ni la victoria moral de Leónidas o el triunfo de los soldados de Maratón, como creía John Stuart Mill, salvaron a la civilización. De hecho, los persas dirigieron entre bastidores los asuntos griegos hasta la llegada de Alejandro.
(...)Desde hace 25 siglos los persas han sido vistos como víctimas del despotismo asiático y de la molicie del harén. (Pero) las relaciones greco-persas no fueron siempre tan negativas en la realidad como la imagen que se fijó en el imaginario y en la tradición. La Biblia fue más condescendiente con ellos porque los hebreos les debían su regreso a Jerusalén. Tuvo también Heródoto mucho que ver con esa imagen de Oriente sentido como el reino de los otros, de la alteridad, del bárbaro, pero la nómina sería interminable. Podemos incluir en ella al Séneca que vio en Jerjes el arquetipo de la ira, o a aquellos que equipararon a los persas con los turcos, como Juan Luis Vives, el Erasmo que veía en la campaña persa la codicia de un enfurecido ladrón o el Cervantes que seguro se sintió en Lepanto como un griego en Salamina, pero cuya lucidez no obvió que griegos y persas acabaron en punta y en nonada.
(...)Nietzsche nos enseñó a distinguir entre facta y ficta, entre hechos y ficciones, a no olvidar que las supuestas verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son, adornadas poética y retóricamente y que un uso y abuso continuado ha convertido en canónicas... La historia nunca se repite ni casi nunca aprendemos nada de ella, pero la escritura de la memoria no puede ser tramposa, por más propensión que tengamos a la invención de una tradición, a las comunidades imaginadas y a las construcciones identitarias. Maratón, las Termópilas o Salamina son, sin duda, lugares de nuestra memoria cultural, pero no es poco lo que debemos a Oriente".
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sábado, 30 de octubre de 2021
La tramposa escritura de la memoria: Grecia y Persia, Occidente y Oriente.
El historiador Manel García Sánchez escribió recientemente un interesante artículo en el diario El País titulado "Soldados de Salamina", en el que, a propósito de la conmemoración de los 2.500 años del final de las Guerras Médicas entre soldados griegos y persas, cuestiona la interpretación que en ocasiones se hace de este acontecimiento como la derrota de la "barbarie" frente a la "civilización", y recuerda todo lo que debemos en Occidente a Oriente. Os dejo algunos fragmentos:
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