viernes, 4 de diciembre de 2020

Platón y las utopías del Mundo Antiguo.

 Algunos autores han considerado como propiamente utópicas la fabulación platónica de la Atlántida en sus diálogos Timeo (23e-25d) y Critias (113b-115), situando República y Leyes en el campo de la teoría política. No obstante, la República fue el antecedente literario más tenido en cuenta por los lectores de la obra del utópico renacentista Tomás Moro

    En el segundo libro de la República platónica, Platón traza un boceto de una ciudad primitiva, una "ciudad frugal" impulsada por la necesidad y en la que no puede surgir la injusticia. También en Leyes (III, 679), Platón señalaba que "en la población en la que no se establezca ni la riqueza ni la pobreza, seguramente en ella nacen los más nobles caracteres, pues no surge ni abuso ni injusticia, ni emulaciones ni envidias".

    Pero Glaucón planteaba ya en República nuevas necesidades que crecen hasta alcanzar la "ciudad inflamada", que debe acudir a la guerra para satisfacerlas. 

(373a) Con todo, yo creo que la verdadera ciudad es la que acabamos de describir: una ciudad sana, por así decirlo. Pero, si queréis, contemplemos también otra ciudad atacada de una infección; nada hay que nos lo impida. Pues bien, habrá evidentemente algunos que no se contentarán con esa alimentación y género de vida; importarán lechos, mesas, mobiliario de toda especie, manjares, perfumes, sahumerios, cortesanas, golosinas, y todo ello de muchas clases distintas. Entonces ya no se contará entre las cosas necesarias solamente lo que antes enumerábamos, la habitación, el vestido y el calzado, sino que habrán de dedicarse a la pintura y el bordado, y será preciso procurarse oro, marfil y todos los materiales semejantes. ¿No es así?--dijo.-Hay, pues, que volver a agrandar la ciudad. Porque aquélla, que era la sana, ya no nos basta; será necesario que aumente en extensión y adquiera nuevos habitantes, que ya no estarán allí para desempeñar oficios indispensables; por ejemplo, cazadores de todas clases y una plétora de imitadores, aplicados unos a la reproducción de colores y formas y cultivadores otros de la música, esto es, poetas y sus auxiliares, tales como rapsodas, actores, danzantes y empresarios. También habrá fabricantes de artículos de toda índole, particularmente de aquellos que se relacionan con el tocado femenino. Precisaremos también de más servidores. ¿O no crees que harán falta preceptores, nodrizas, ayas, camareras, peluqueros, cocineros y maestros de cocina? Y también necesitaremos porquerizos. Éstos no los teníamos en la primera ciudad, porque en ella no hacían ninguna falta, pero en ésta también serán necesarios. Y asimismo requeriremos grandes cantidades de animales de todas clases, si es que la gente se los ha de comer. ¿No?

    Esta nueva "ciudad del lujo" es preciso "purificarla" (399e) mediante la formación del talante moral de la clase de los "guardianes". Así, se podrá llegar a la "segunda ciudad" de los gobernantes (libro III-V) y más tarde a la ciudad selecta de los sabios gobernantes (libros V a VII). Se realiza así un recorrido desde la ciudad simple y "frugal" a la ciudad "posible" (protegida por los guerreros), hasta llegar a la ciudad ideal (gobernada por los sabios).

    En el libro V, el mismo Sócrates se plantea si se puede poner en práctica el modelo de Estado que describe, reconociendo que "la práctica, por naturaleza, alcanza la verdad menos que en las palabras" (473a). Y se contenta con aceptar que "tales cosas pueden llegar a existir". Luego continúa afirmando una idea que reconoce polémica también en su tiempo, que "a menos que los filósofos reinen en los Estados, o los que ahora son llamados reyes y gobernantes filosofen de modo genuino y adecuado, y que coincidan en una misma persona el poder político y la filosofía, (...) no habrá, querido Glaucón, fin de los males para los Estados ni tampoco, creo, para el género humano"(473d).

También al final del libro IX, Sócrates responde a la crítica de Glaucón de que ese Estado justo "se halla sólo en las palabras, ya que no creo que exista en ningún lugar de la tierra": 

- (591b) Pero tal vez resida en el cielo un paradigma para quien quiera verlo y, tras verlo, fundar un Estado en su interior. En dada hace diferencia si dicho Estado existe o va a existir en algún lado, pues él actuará sólo en esa política, y en ninguna otra.

    En el diálogo Leyes, Platón abandona las referencias a la importancia de los filósofos reyes y utiliza un supuesto referente real (el proyecto de legislación para la fundación de una ciudad, la de los magnesios, a partir del libro IV). Pero esto no permite concluir una mayor posibilidad de aplicación práctica en esta revisión de su proyecto inicial. 

    Frente a las utopías antiguas que evocaban una vida de abundancia, el mito de la Edad de Oro, la utopía platónica de República y Leyes es un modelo de utopía "constructiva" o "política", donde la propuesta es, cuando menos, modelo y, cuando más, programa de acción. Su trasfondo es el de la fundación de una ciudad, a partir de un personaje excelso que despliega la compleja construcción de una comunidad nueva en el espacio bien delimitado de la ciudad. En diálogos platónicos como Timeo o Critias, en cambio, aparece el modelo utópico de la representación de las condiciones felices de la vida humana en conexión con las formas mitológicas de la vida próspera, que apuntan a los relatos de la Edad de Oro.

    En la tradición historiográfica antigua (Herodoto, Jenofonte y otros) "encontramos desarrolladas las diversas tendencias utópicas que combinan la extrema civilización de la mano del monarca providente y la valoración de la simplicidad sobre el modelo de la naturaleza animal, pero siempre desde la ausencia del elemento político, lugar del que derivan todos los males que conllevan sus instituciones: tribunales y asambleas. La imagen de una Atenas "superpolitizada", simbolizada en su degradación social por la figura del orador, dibuja siempre el trasfondo negativo sobre el que destaca una comunidad en la que la perfección ética y la cohesión social hacen imposible el delito e inútil la deliberación". Frente a esta tradición, el diálogo filosófico, "la representación de un ideal de vida aparece ligada y escandida por su cuestionamiento crítico". Así, contra las críticas al totalitarismo de la propuesta platónica, la opción formal del diálogo implicaría el cuestionamiento del cierre de lo representado, la duda sistemática que esconde la construcción de ese Estado ideal.

    Algunos rasgos distintivos del discurso utópico antiguo, reflejados en República, son la homogeneidad interna de la sociedad utópica, el régimen común de la producción y la propiedad, la especialización funcional del trabajo, la detallada reglamentación educativa, las formas jerarquizadas de gobierno y el control comunitario. El intento de reconstruir lo común intentaría reproducir la vida primera, en la que la tierra proporcionaba el alimento necesario sin necesidad del trabajo. También destaca el aislamiento de estas comunidades utópicas, bien de forma natural (como islas) o controlando institucionalmente el contacto con el resto del mundo (posible causa de la degradación de la comunidad interior). Asimismo se resalta las conexiones entre las condiciones climáticas y las fisiológicas de sus habitantes, al permitir la plenitud de sus capacidades. En este sentido, en el Político, Platón introduce la importancia del clima en su imagen de la primitiva humanidad feliz, pues los ciudadanos pueden pasar su vida al aire libre, sin vestidos y con el lecho que les proporciona la propia naturaleza. Por último, en la utopía antigua con frecuencia se trata de evitar las dificultades del lenguaje social mediante la reconstrucción de un lenguaje natural en el que se evitarían el problema referencial (la lengua sería un trasunto sonoro de la realidad) y el comunicativo (la lengua como instrumento de sociabilidad, que responde a las exigencias éticas de concordia y unidad social): "No debe interponerse entre los individuos, lo que consigue cuando se hace arte que distrae o encanta al interlocutor".


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