El Barroco se suele situar entre el Renacimiento y el Neoclásico, en el contexto de la Contrarreforma, reacción de la Iglesia católica europea frente a los movimientos revolucionarios culturales que produjeron la revolución científica y la reforma protestante.
El poder hegemónico en Europa había basculado de la España imperial a la Francia absolutista, que tras la Paz de Westfalia (1648) y la Paz de los Pirineos
(1659) se consolidó como el más poderoso estado del continente,
prácticamente indiscutido hasta la ascensión de Inglaterra en el siglo
XVIII. Así, la Francia de los Luises y la Roma papal
fueron los principales núcleos de la cultura barroca, como centros de
poder político y religioso —respectivamente— y centros difusores del absolutismo y el contrarreformismo. Como estilo artístico el barroco surgió a principios del siglo XVII y de Italia se irradió hacia la mayor parte de Europa. Durante mucho tiempo (siglos XVIII y XIX) el término barroco tuvo un sentido peyorativo, con el significado de recargado, desmesurado e irracional, subrayando el exceso de énfasis y abundancia de ornamentación, a diferencia de la racionalidad más clara y sobria de la Ilustración (siglo XVIII). Pero a finales del siglo XIX se convertiría en un término revalorizado.
Este gusto por el contraste es compartido por las distintas manifestaciones culturales de este periodo: profusión en el uso de ornamentación, teatralidad, dramatismo, utilización como medio para la pompa y esplendor en los espectáculos públicos, etc.El Barroco forma parte de lo que se ha denominado el Siglo de Oro de la cultura española: Velázquez, Murillo o Zurbarán en pintura; Cervantes, Lope de Vega o Quevedo en prosa, Garcilaso de la Vega o Góngora en poesía... España, aunque en decadencia política y económica, tuvo sin embargo un esplendoroso período cultural que, aunque marcado por su aspecto religioso de incontrovertible proselitismo contrarreformista, tuvo un acentuado componente popular, y llevó tanto a la literatura como a las artes plásticas a cotas de elevada calidad.
En el resto de países donde llegó la cultura barroca (Inglaterra, Alemania, Países Bajos), su implantación fue irregular y con distintos sellos peculiarizados por sus distintivas características nacionales. En Inglaterra, la guerra civil había desplazado a muchos nobles y caballeros al Continente, donde entraron en contacto con las últimas tendencias del barroco europeo; tendencias que trasladarían a Inglaterra tras la restauración monárquica de 1660, intentando reproducir el esplendor barroco de la monarquía del rey francés Luis XIV (reflejados en los jardines y edificios de la corte de Versailles).
A continuación, podéis ver un interesante documental sobre la Europa del Barroco:
Cuestiones para el cuaderno: ¿Podrías señalar algunas de las características generales del Barroco? Puedes incluirlo en tu contexto histórico.
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