viernes, 28 de octubre de 2011

Un breve resumen de la reflexión ético-política en la Grecia clásica

    Antes de continuar con otras épocas y autores, es importante que hagamos un breve repaso a la evolución de la reflexión ético-política en el mundo griego:
 
- Grecia Arcaica: sociedad aristócrático-guerrera. Como ha señalado E. Lledó (Introducción a Ética a Nicómaco, Gredos, 1985), en la sociedad aristocrática que reflejaban los poemas homéricos, el ideal del guerrero (Ulises, Aquiles) representaban la areté (virtud), creando con sus hazañas el contenido de su moralidad. La fama muestra y ensalza un modelo de comportamiento que, difícil de imitar, sintetiza las aspiraciones de una sociedad. No hay en él justificación alguna de sus acciones ni argumentación que pretenda apoyar el esfuerzo del héroe.
Pero la virtud homérica no se adquiere, se nace con ella.

- Grecia clásica: democracia ateniense. Para que la virtud pueda “aprenderse” habría que pasar por la experiencia de la sofística. La aparición de la democracia, el derecho a la ley (isonomía) y el derecho a opinar (isegoría) estuvieron impulsados por el escepticismo moral que evitaba que fuera difícil alzarse con la preeminencia en la norma. La Polis democrática se funda entonces en una virtud que se consigue, se construye. El discurso mítico se quiebra, “toda palabra puede ser analizada, toda respuesta ironizada”. El diálogo y la interrogación buscan otra forma de asentimiento que no consista en la inercia ni en la autoridad de la tradición.
    Frente a los sofistas, Sócrates y Platón pretenden encontrar en los conceptos una nueva forma de seguridad, más allá de la arbitrariedad y ambigüedad de los viejos términos morales. Para Platón es necesario, como hemos visto, establecer una metafísica del Bien (una jerarquía de Ideas en el mundo inteligible) y una determinada escala de conocimiento para alcanzarlo (como muestran el símil de la línea y de la caverna).
    Más tarde, el mejor discípulo de Platón, Aristóteles, se enfrentó al intelectualismo moral de su maestro y sostuvo que la ética era una ciencia práctica, en la que no importaba tanto saber qué es el Bien, como saber cómo ser buenos. La virtud, señalaba Aristóteles, consistía en “una disposición adquirida de la voluntad (un hábito, por tanto), consistente en la búsqueda del término medio (entre su exceso y su defecto), relativo a la recta razón (en la que por tanto interviene también el correcto razonamiento de los fines) y según el modelo del hombre prudente (el modelo moral del sabio, no del héroe)”.

- Periodo helenístico. Tras la muerte de Platón, Aristóteles y Alejandro Magno el mundo cambió y la filosofía, como no podía ser de otra manera, también. La ciudad-estado libre e independiente dejó de existir. Con el reinado de Alejandro y sus sucesores, la libertad e independecia de las ciudades solo era nominal y dependía de la benevolencia del soberano reinante. Comienza la era helenística, y no helénica -porque se traspasaron las fronteras vernáculas de lo heleno-. Se hablaba de Imperio y no de Ciudad. Para Platón y Aristóteles era inconcebible un hombre sin la Ciudad y su vida ciudadana. Cuando la Ciudad quedó englobada en un conjunto cosmopolita más dilatado ocurrieron dos hechos inevitables: 
1) nació la filosofía universalista y cosmopolita. Se habla de ciudadanía universal. Esto es lo que defienden corrientes como el estoicismo
2) también nace una respuesta a este universalismo imperante; el individualismo extremo. Como máximo representante de esta corriente tenemos a Epicuro y sus discípulos. 
    Con ambas corrientes, la filosofía, más que en la Ciudad, se centra en el individuo y en la forma posible y plausible de orientación vital que dejaba la nueva situación política y territorial. La filosofía se torna práctica y ética. 
    La física y la metafísica quedaban tanto en el epicureismo como en el estoicismo en segundo plano, como simple base de preparación para la ética. Por ello, estas corrientes no elaboraron nada nuevo en lo relativo a la metafísica, sino que tomaron lo que ya había. De hecho, si volvieron hacia algún lado fue hacia los presocráticos; el estoicismo a la física de Heráclito, mientas que los epicureistas recuperaron el atomismo de Demócrito. Mientras que en la ética, aún dejándose influir mucho por escuelas como la hedonista-cirenaica en el caso de los epicureistas y de la cínica en el caso de los estoicos, sí que fueron corrientes innovadoras. Este hecho quedó aún más subrayado con la llegada del Imperio Romano, cuyos pensadores, acordes a la mentalidad pragmática romana, no eran especulativos sino prácticos. Este giro que más que intentar explicar las raíces de la Virtud lo que hace es mostrarla y aconsejarla, es el mayor cambio experimentado por las corrientes postaristotélicas. (Este último apartado de la reflexión ético-política en el periodo helenístico pertenece al blog Je ne sais pas,  de Adrián Iruela Vara).